Pie de foto: La primera foto muestra el aspecto de mi cuarto antes de la limpieza / En la otra foto se aprecia la limpieza a fondo a la que ha sido sometido por mi persona.
Dormía yo placidamente esta mañana cuando la señora de la casa llamó a la puerta de mi habitación. - Buenos días, es sólo un momento, para limpiar el suelo, dijo ella. Y así fue. Diez segundos después ya estaba el cuarto limpio, o eso se creería ella. Fue el momento en el que vi el poco de luz que necesitaba para echarle valor y limpiar el cuarto. La misión (casi) imposible me ha llevado una hora y media para algo menos de cinco metros cuadrados, así que ya os podeís imaginar. Esto parecía por momentos el lejano oeste con las pelusas rodando de un lado para otro. Pero por suerte ya todo vuelve a ser habitable.Pero lo más gracioso es que acto seguido voy a la cocina a coger agua. La señora de la casa me comenta que es que no entiende como está la casa tan sucia. Es muy fácil, pensé yo. Sólo hay que coger escoba, escoger, fregona, aspiradora y pañitos mojados para que no ocurra eso, y todos juntos emplearlos diariamente. Creo que por esta deducción no me merezco un Nobel, pero os aseguro que aquí cuesta entenderlo.
Por la tarde, para respirar aire fresco, sin polvo, me he ido al Phoenix Park, una de los parques más grandes del mundo, y el más extenso de Europa. Una delicia a la que sólo le falta el buen tiempo para aprovecharlo mejor. Pero todo se andará.
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