viernes, 26 de octubre de 2012

Ya a la venta ´Mentores de la aventura, diario de un monitor de la Ruta Quetzal´



Aprovechando las bodas de plata de la expedición Ruta Quetzal, programa declarado de interés universal por la UNESCO, y que han disfrutado más de 10.000 jóvenes del mundo entero, el periodista José Pablo García se decidió a escribir Mentores de la aventura. Diario de un monitor de la Ruta Quetzal para volcar experiencias y vivencias únicas que disfrutó como monitor de Ruta Quetzal BBVA y que ahora se publica en la joven editorial Seleer (www.editorialseleer.com)




Con esta obra se pretende cubrir un hueco editorial que responde a los gustos y sentimientos de la gran familia rutera, compuesta por expedicionarios, colaboradores y monitores, a las personas interesadas en la pedagogía aplicada a las actividades de tiempo libre y, por supuesto, a los amantes de los viajes y la aventura. El libro, que cuenta con el prólogo de Santiago Tejedor, Catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona y creador del primer Máster de Periodismo de Viaje en España, se divide en dos grandes apartados. Una primera parte, en la que se describe de forma somera la expedición, así como se detalla el proceso de selección y los pasos previos para llegar a ser monitor de la Ruta Quetzal; y una segunda parte, en la que comienza el diario con todas las andanzas vividas en Panamá y España. La publicación se complementa con una amplia colección de fotografías cedidas por la organización de Ruta Quetzal, obra de Ángel Colina, que pretenden que con su imaginación vuele al lugar de la aventura.
 


El libro puede comprase (en España y en el resto del mundo) a través de la página web de la editorial (www.editorialseleer.com), en la tienda on line www.amazon.es y en librerías y grandes superficies al precio de 15,95 euros. También puede se puede comprar en formato e-book a través de la propia editorial y en www.amazon.es

miércoles, 18 de julio de 2012

Día 1: Atenas, καλώς ήρθατε (bienvenidos) españoles


Si la sempiterna es si fue antes el huevo o la gallina, lo que está claro es que para esa época Atenas ya llevaba varios siglos dándole forma a la civilización. De algo les sonará los conceptos música, lógica, arquitectura o la tan denostada democracia; todos tuvieron sus inicios en la antigua Ática.



Para llegar a Atenas desde España, la mejor forma de hacerlo (y normalmente la más barata) es volar con Vueling desde Barcelona. Eso fue precisamente lo que hicimos, arrancar de forma “mediterránea” nuestro viaje antes de llegar a Grecia. Con unos viejos amigos de aventura, Enric y Suso, compartimos Diagonal, Gaudí, Gracia, cervezas y risas.


El feliz pero siempre incómodo “Vueling” llegó a la hora prevista. Desde el Aeropuerto internacional Eleftherios Venizelos hay tres formas de llegar al centro (plaza Syntagma): en metro (8 €), en bus (5 €) o en taxi (no más de 30 €). Precios estratosféricos a los que, suponemos, debemos achacar a la tan visible crisis que sufre este país y que de alguna manera de salvación se repercute al turista.



Nuestro viaje a una historia de más de 6.000 años comenzará mañana. Antes, descansaremos en nuestro correcto y económico Hotel Crystal City, una de las mejores opciones si tenemos en cuenta el baremo de la calidad/precio en una ciudad que está atestada de buenos y malos hoteles.




En Atenas, a 5 de julio de 2012

Día 2: Atenas, capital histórica de Europa


Los días en la capital en la temporada estival empiezan, obligatoriamente, al alba. Las altas temperaturas (alcanzan los 40 ºC) junto a la humedad, hacen de la visita casi una tragedia griega. No es ninguna locura, por tanto, empezar el recorrido a las 8 de la mañana para ser el primero en entrar, con varios grupos de aborregados turistas también, en la Acrópolis (12 € con acceso también al Ágora, Olimpeion, el Teatro de Dionisio, etc. Los domingos la entrada es gratuita). Un viaje a Atenas se justifica tan solo con esta visita que tiene su momento culmen en el Partenón o Templo de Atenea virgen, o lo que es lo mismo, el máximo exponente artístico de la Grecia Clásica.


Aunque pudiera parecer que ahí acaba la visita a la ciudad, nada más lejos de la realidad. No siga a la manada de autobuses turísticos que harán creer al turista que todo empieza y acaba aquí. Muy cerca, en el Ágora, lo que fue el centro de la vida pública, se encuentra, por ejemplo, el Templo de Efeso, el mejor conservado del mundo griego clásico. Después de tanta piedra, que aunque no lo parezca también cansa, se puede pasear por una de las céntricas plazas de Monastiraki o Plaka y ver el diario de los atenienses hasta llegar hasta la Plaza Syntagma, el corazón de la urbe.



Atenas es sinónimos de muchas palabras, también de Olimpiada o Juegos Olímpicos, que por cierto no son lo mismo. Para la gente en general y para los amantes del deporte en particular, una visita al Estadio Olímpico (3 €, pero no es necesario acceder porque desde fuera se ve todo el recinto), es obligada. Los primeros Juegos de nuestra época (1896) se celebraron aquí y en este mismo espacio se situaba el originario edificio construido en el 335 a.C.



Por la tarde se puede visitar la zona de Omonia (Ayuntamiento), pero esto último (siempre contando con una jornada de visita) solo si sobra tiempo para subir la Monte Likavitos (una sufrida pateada o 7 € en funicular), los 227 metros que marcan el paraíso desde el que se divisa Atenas. Y para rematar el día, empezamos con la gastronomía, otro concepto que inventaron los griegos: tzatziki (yogurt fresco con pepino y ajo), ensalada griega con queso feta y moussaka (berenjena rellena de carne picada y con bechamel en el Restaurante Alexander.



En Atenas, a 6 de julio de 2012.

Día 3: Santorni es Oía. Oía es Santorini



Cientos de islas salpican el territorio insular griego. De ellas, por tiempo, solo podíamos elegir dos, ambas en las Cicladas. Tal vez decir eso es poco para situar en el mapa, pero si hablamos de que entre ese conjunto de 56 islas que baña el Mar Egeo está, por ejemplo Santorini, la cosa cambia. Precisamente en el sur de este conjunto se encuentra una de las islas más famosas del mundo que se distingue del resto por su especial morfología que se debe a la acción de un volcán hoy en día extinguido. Para llegar hasta ella en verano hay ferrys diarios desde Atenas y otras islas (puede consultarse los horarios, que varían mucho, así como los precios, entre 35 y 65 €, en www.fantasticgreece.com)




La capital de la que dicen fue la antigua Atlántida es Fira o Thira. Allí la vida es bulliciosa, desordenada y maleada. Hay que intentar huir a la esencia de Santorini, bien en bus público o alquilando un coche, moto o quad (nunca en el puerto, mejor en el pueblo). Ésta no es otra que un pequeño pueblo situado al norte que es, para resumir, la idea que todo el mundo tiene de las islas griegas. Todas las fotos que están en las guías, de hecho, están hechas disparadas desde estas callejuelas encaladas de blanco isleño y azul de mar; los atardeceres, dicen uno de los mejores del universo, también se disfrutan aquí de otra manera; la tranquilidad, una vez pasada la marea humana que viene para ver el ocaso; y la buena mesa (a un precio ajustado) en el Restaurante Kyprida. Un rincón para volver siempre.




Aparte de estos, los demás pueblos se quedan en nada y solo restan sus playas. Para empezar, pongamos por caso, en el norte de la isla, Kolumbus. Mañana llegarán más. Ahora es tiempo de relax en nuestro hotel, Heliophos, en Finikia (1 km. De Oía), un conjunto bello de casitas con terraza y vistas al mar regentado por Sofía, una francesa que pasa seis meses trabajando aquí y otros seis meses viajando. De mayor quiero ser como ella.




En Santorini, a 7 de julio de 2012.

Día 4: Que buena comida...



Saberse bien alimentado y disfrutar de ello es una máxima mediterránea que por supuesto en Grecia llevan a gala desde primera hora de la mañana: tostadas de paté de aceitunas trituradas, queso feta para untar, fruta, yogurt…




Si volvemos a hablar de pueblos, en Oía se acaba Santorini, pero la isla tiene algún que otro aliciente más aparte de sus playas, sobre todo en forma de conjuntos arqueológicos. El principal es el de Akrotiri, uno de los más importantes del país, y el de la antigua Thera, otrora capital. Junto a éstos, y teniendo en cuenta que el calor achicharra en estas latitudes, otra alternativa al sol y a la playa es subir al Profitis Ilias, el monte más alto de la isla. Después, lógicamente, están sus playas. Las hay para todos los gustos: únicas, como la Red beach; superpobladas por turistas, como las de kamari; con gente y servicios pero menos en Perissa; o más tranquilas como la de Eros (zona de Vlichada). En esta ruta, como complemento culinario, ofrecen buen pescado fresco a un precio decente en Georges (faro) Psaraki (zona Akotiri).




Por única, elegimos la Playa Roja. Bajo una acantilado de arena roja descansa una pequeña cala que contenta a todos con sus aguas transparentes y enormes guijarros, no aptos para juegos con amigos. Pero más allá de las particularidades naturales, es un señor bien entrado en años la gran atracción de este rincón. En su cesto de mimbre trabajado a mano lleva grandes tajos de melón y sandía delicadamente cortados para refrescar a los bañistas, que como diría aquel, se las quitan de las manos.



Sin darme cuenta, esta crónica empezó hablando de comida, una de esas grandes necesidades y a la vez pequeño placer que da la vida, y terminará de la misma manera. Una cena a la luz de las estrellas y el sabor de una buena mesa. Esto también es cultura. ¡Qué aproveche!



En Santorini, a 8 de julio de 2012.

martes, 17 de julio de 2012

Día 5: Mykonos, el decorado perfecto


En las Cícladas tenemos otra parada prevista, Mykonos. Famosa por tantas cosas, esta isla es, sin duda, la más conocida de Grecia. La historia fue sencilla. Un día, unos señores extraños vestidos con camisetas sin mangas, pantalones cortos, chanclas y la cartera llena de dracmas, llegaron a este reducto insular donde habitualmente viven 10.000 almas. Éstos alabaron las bondades de Mykonos a su vuelta a otros seres extraños y otros parecidos vinieron a ver si era cierto. Así sucesivamente hasta nuestros días. Una camino de ida que no ya no tiene marcha atrás. Ese día a la vez que renacía la isla comenzaban a matarla.



En los 75 kilómetros cuadrados conviven, a pesar de los tópicos, lugareños, batalleros turistas y lujosos visitantes, sin que esto sea problema. Igual puedes ver un Ferrari por sus cuestas que un humilde quad sin fuerzas. Igual puedes comerte un magnífico bocata en algunas de sus playas que tomar algo para ser vistos en una terraza con precios desorbitados (una yogurtería artesanal, por poner un ejemplo distinto, cobra más de 1.000 euros el kilo de este producto, a euro y pico el gramo, oiga). Pero por encima de clases turísticas, Mykonos es naturaleza y bellas estampas que se colapsan en las retinas. Hay para todos: Ornos (familiar), Psarou (VIP), Paraga (aguas caliente), Super Paradise (homosexual), Paradise (fiesta), Agrari (con servicios pero tranquila), Kalafatis (submarinismo), Panormos (natural) o Ag. Sostis (el paraíso).



Para el que acabe con sobredosis de arena, el pequeño oasis está en el pequeño pueblo de Ano Mera, que cuenta con un monasterio que es la excusa perfecta para el ratito cultural.  Y no se me olvida, la capital, mejor de noche, con todos los actores de la película y el decorado listos. Es demasiado perfecta, con sus calles elegantes de un blanco impoluto, las olas rompiendo en sintonía con las mesas que prácticamente se amontonan sobre la espuma del mar, las chicas que reparten las publicidad de las discotecas con la tetas bien puestas… termina aburriendo. En ese caso siempre queda comer pero nuestra tarjeta no nos da para champagne deconstruido con caviar confitado y optamos por productos locales: gyros (una especie de kepab) y el plato nacional, el sovlaki (similar a nuestros pinchitos)…pero en Mykonos.



En Mykonos, a 9 de julio de 2012.
Día 6: Mykonos – Atenas, el Camarote de los "Hermanos Marx Papaulos"




El ferry que nos lleva de vuelta a la capital sale a las 14.15 h desde el nuevo puerto (ojo con esto que el nuevo está bastante separado aunque los griegos los unen cuando les place en autobús). Tenemos tiempo para un delicioso desayuno con vistas al mar desde nuestro Hotel Olía (el auténtico era el Maki´s place, igual pero familiar, pero había overbooking) y una escapada rápida al paraíso.


Una pequeña cala que hay junto a la playa de Ag. Sostis. Era temprano, las 9.30 h, aunque ya llevaba tiempo calentando Lorenzo. El mar estaba movido pero transmitía calma. Nosotros y los peces, no había nadie más. Era una sucursal del paraíso en la tierra y, por supuesto, tiene bar, el del bueno de Kikis; el más auténtico de toda la isla, con sus hojas de parra, sus mesas añejas, el pescado recién cogido y un servicio escueto (de 12 a 19 h), como me gusta a mí, hasta que se acabe el género fresco.



 Deberíamos de haber ido a la isla de Delos (barcos diarios desde  la capital), una de las ciudades más importantes de la antigua Grecia, pero nuestro ferry de la compañía Blue Star nos esperaba. Empezaba la cómica odisea ni escrita por Javier Gurruchaga. Para viajar barato hay que elegir la clase económica y con ella no se tiene garantizado el asiento (lo ideal es llegar al puerto con tiempo para ser los primeros), aunque si el entretenimiento. Los tiesos tienen que buscarse la vida en sillas de plástico mal puestas en los pasillos, en los bancos colocados sin orden en la cubierta o en los cotizados sillones del bar.




 Hay que ser rápido y luchar con griegas castizas por el mejor sitio. Ellas peinan canas y a la vez experiencia en estas pequeñas batallas, y como la octogenaria que me tocó al lado, sin preguntar, te quita la mitad de tú asiento, eso solo los primeros cinco minuto. Después llega el de los “mostachones de Utrera” al estilo griego, una especie de textura de chicle elaborado con huevo y recubierto de oblea. Eso para el que quiera porque los pasajeros llegan bien provistos de comida. Hasta 20 sovlakis (como nuestros pinchos de cerdo) se metió entre pecho y espalda mi vecina de mesa. ¡Una barbaridad! Poco tiempo más tarde, a la hora de la telenovela, se sube el volumen de la Tv y se para el tiempo…hasta que el llanto de un niño que se ha perdido lo rompe. Hasta llegar todavía quedará algún capítulo más en este particular camarote de los “Hermanos Marx Papaulos”. Y al llegar al puerto del Pireo (Atenas), no se relajen. Los carteristas tienen un horario amplio y una destreza inusitada, e incluso saben español. Como a la ida ya tuve que sufrir el intento de robo, a la vuelta me permití el lujo hasta de hablar con ellos. No hay manera de combatirlos, tan solo estar bien despiertos y dejarles claros que vosotros también venís de vuelta.



En el Mar Egeo, a 10 de julio de 2012.

domingo, 17 de junio de 2012

Día 2: ¡Que empiece el espectáculo!







Era la mañana del partido. En unas horas nuestra selección se enfrentaría a Italia. Las cánticos empiezan bien temprano. Los rostros comienzan a colorearse. La guasa española contagia a la rigidez polaca, incluso a sus fuerzas de seguridad. Es un buen momento para dar un paseo y conocer esta ciudad que la Eurocopa ha puesto en el mapa y que con la excusa de ver fútbol, miles de aficionados conocerán.

 
Gdansk, al norte del país, es una ciudad que vive de cara al mar y con un referente muy destacado, su puerto. Precisamente sus astilleros, vieron dar los primeros pasos profesionales de su líder más universal, Lech Walesa. El político, sindicalista y Premio Nobel, fue además de presidente de su país, cofundador del Sindicato Solidaridad, el primero independiente del Bloque Soviético. Sin lugar a dudas, el museo dedicado a este grupo y el Monumento a los trabajadores caídos de los Astilleros son visitas imprescindibles en esta ciudad de casi medio millón de habitantes.


Pero el bullicio diario está en el centro, en la mítica Dugli Targ. En el paseo por la calle mayor de Gdansk podréis ver casas de ensueño con fachas muy particulares, el ayuntamiento de la ciudad o incluso la famosa Fuente de Neptuno (los colchoneros no paramos de hacernos foto en nuestra fuente, también presente a miles de kilómetros de Madrid). Todo ello, que no es poco, se lo puede encontrar cualquiera de los 365 días que tiene el año, pero de forma excepcional, en estos días de Eurocopa, además, tendrán un decorado especial, el de la Eurocopa. Carpas para aficionados, la Fan Zone que organiza la UEFA y el particular e inigualable colorido de las aficiones.


Se acerca la hora del partido, las 18:00 horas. Hay que coger sitio en algunos de los vetustos trenes que llevarán a las aficiones al Ambar Arena. Es en este punto, es cuando la ciudad no puede engañar. Todavía, a pesar de la inyección de dinero invertida, Polonia queda un poco atrás en el desarrollo con respecto a otros países europeos. Lo han intentado, y se han acercado, pero todavía les queda camino por recorrer. Lo vemos en sus trenes y en los alrededores del centro de la ciudad, que no son lo mismo que lo que ve la mayoría, ni se le parece.


La fiesta ya reina en Gdansk. La marea roja se come a los italianos. Una vez pasadas las estrictas medidas de seguridad de la UEFA (no nos dejan pasar un paquete de pipas pero en el campo tiran una bengala), ahora sí, vamos a vivir un partido de la Eurocopa, uno de los eventos más envidiados por millones de aficionados al fútbol. Reconozco que es el momento de máxima emoción, el ser consciente de lo que vamos a vivir, recrearnos por primera vez.



Entramos con tiempo. Hay que ver a los campeones de cerca, admirar el estadio, gritar con los nuestros. Suena el himno. Ánima Javi Nemo, el speaker sevillano de la selección. Cuenta atrás. Go! Primero mete Italia. Empata Fábregas. El campo se cae. Comienza a escucharse a Manolo el del Bombo. Torres falla. Vuelve a fallar. El árbitro pita el final. Empate para los jugadores. La afición se queda con el mensaje: lo importante fue participar.

En Gdansk, a 10 de junio de 2012.


Día 1: Gdansk, capital española de Polonia

Una semana antes de que comenzara la Eurocopa de Polonia-Ucrania 2012 mi amigo y colega de profesión Juan Carlos Vélez me mandó un mensaje en el que decía que tenía dos entradas para el primer partido de nuestra selección contra Italia y que buscaba compañero de viaje. Antes de pensarlo, ya tenía el sí como respuesta.


A siete días de que comenzara uno de los eventos deportivos más esperados por millones de aficionados, la gesta de encontrar vuelos a un precio razonable se antojaba complicada. Para llegar a Gdansk desde España y de forma económica, todas las opciones pasaban, mal que nos pesara, por Ryanair, que tiene en el país polaco un buen número de vuelos operados por ellos. De forma directa es prácticamente imposible llegar, a no ser que se opte por Madrid con una compañía de bandera, así que puestos a elegir (Alemania, Inglaterra y Holanda son las mejores escalas) decidimos parar en Eindhoven. Esta ciudad situada al sur de Holanda, y recordada por los aficionados sevillistas (como mi amigo Juan Carlos) por ganar allí su primera Copa de la UEFA, es la quinta en población del país. Mezcla de tradición y modernidad, sus dos máximos exponentes industriales, Philips y DAF Trucks, han hecho de ésta una urbe que centra todo su potencial en el sector secundario. En poco más de 15 minutos (15 kilómetros) un autobús urbano os llevará a la ciudad, muy bien conectada con el remozado aeropuerto. Si hacéis escala, queréis visitar la ciudad y vais cargados de maletas, en el aeródromo inexplicablemente solo hay seis taquillas, pero en la estación central (final trayecto del bus) no tendréis problemas.


Ahora sí, y con la conexión que nos ofrecía la aerolínea húngara Wizz air, llegamos al Aeropuerto internacional Gdansk- Lech Walesa. Lo normal, cuando no hay Eurocopa, es que la línea 301 os lleve al centro en no más 20 minutos y por menos de 60 céntimos. En esta ocasión especial, los polacos se lo han currado y han puesto una línea directa totalmente gratuita para los aficionados.Ya estamos en Gdansk, nueva capital española de Polonia, uno de los países anfitriones de la Eurocopa 2012 junto a Ucrania. Toda la ciudad está teñida de rojo y gualda. Las banderas nacionales ondean por los autobuses, por los tranvías, por las aceras… el idioma universal aquí es el español. Nada, tan solo algún letrero extraviado por las calles, hace pensar que estamos en territorio extranjero.


Los polacos, en esta fiesta, son los primeros en hacernos sentir como en casa. Se desviven para intentar ayudar al turista, exceptuando, como todo hijo de vecino, al más listo de la clase: el empresario hotelero. Creían que iban a hacer se agosto pero para diez años y así les ha ido. No uno, ni dos, ni tres, sino una desgraciada mayoría, han trabajado con el overbooking. Por poner tan solo un ejemplo, el Hostal Baltic (muy poco recomendable). Allí nos tuvieron una hora sin alojamiento y, lo que es peor, sin solución. Hasta que una simple mención a la policía arregló por arte de magia el problema. Nos alojaron en el Przy Targu Rybnym , justo detrás del Hilton.


Para quitarnos el mal sabor de boca, nada mejor que un paseo al atardecer por la ribera del río. La luz de un día soleado, el ambiente que respiraba la ciudad y las ganas que teníamos, hizo el resto. Y para cenar, algo típico en el Restaurante Gadanski Bowka. De lo turístico, lo mejor. De lo auténtico, por el centro hay mucho más donde elegir.

En Gdansk, a 9 de junio de 2012

domingo, 22 de enero de 2012

Día 5: La ciudad de Rodin



Jesús Iglesias Montero, un escultor sevillano, se enamoró de una parisina y de Rodin. Por eso se marchó a París, para seguirle la pista a sus dos amores. Al segundo, al artista, lo fuimos a descubrir a primera hora de la mañana en el museo que tiene muy cerca de Los Inválidos. Ver a El Pensador, Los Burgueses de Calais o El Beso, bien merecen la pena, pero si aún así no les convence, apuesten por un paseo por los jardines que hay fuera del chateau francés que alberga la colección, un sueño con 3 hectáreas verdes y una estructura de 10 habitaciones en la planta baja y de 8 en la parte superior en las que creó el genial artista. Pero para entender algo más de este artista, el nuestro, Jesús, nos llevó a la fundición con la que él ahora trabaja y en otro tiempo lo hizo el magnífico Rodin. Algo sobrecogedor vivirlo en primera persona.




Y como de esculturas iba la cosa, nada mejor que visitar un cementerio, si como lo oyen. El de Père-Lachaise es el cementerio más grande de París intramuros y uno de los más conocidos en el mundo. Este cementerio no fue bien aceptado por los parisinos, que no querían ser enterrados en las afueras de París. Por ello se pensó en trasladar hasta allí a algunos personajes de gran relevancia como Molière, La Fontaine y Abelardo y Eloisa Honoré de Balzac, Chopin, Moliere, Oscar Wilde o Jim Morrison, el más visitado en la actualidad.




Para terminar el día con Jesús, nos marchamos a la casa de los artistas en la capital, el Museo del Louvre, el más visitado del mundo. La apertura del Louvre en el año 1793 significó el traspaso de las colecciones privadas de las clases dirigentes a galerías de propiedad pública para disfrute del conjunto de la sociedad. No dio tiempo a entrar y ver sus obras de arte, para eso hace falta toda una vida. Lo que si se terminan pronto son otros placeres de esta vida. Digamos por ejemplo la cacerola de moulés frites (mejillones y patatas fritas) que para celebrar el trabajo bien hecho nos tomamos Daniel Leal, el señor cámara, y un servidor. Bon appétit!




En París, a 29 de octubre de 2012.

Día 4: París alternativo

Dos traductoras e intérpretes, Elena y Alejandra, nos mostraron la ciudad más alternativa. Para empezar con buen pie un día cualquiera de compras, siempre con la cartera llena, visitamos la Rue Mouffetard, repleta de sabores, olores y colores de la completa gastronomía francesa. Los puestos ambulantes se apiñan con copiosa cantidad de frutas y verduras, a los lados se mezclan las tiendas con sabor a barrio pero con un toque chic. Son muchas pero tal vez un imprescindible es Androuet, un pequeño comercio muy oloroso con los mejores quesos del país y regentado por un bonachón tendero salido de las historias de Astérix y Obelix. Dos pasos más hacia arriba, sorteando a los viandantes por la angosta vía, se llega a Le verre à pie, un café bistró de lo más auténtico de los que se despacha en la capital a buen precio y con comida casera.




Siguiendo a paso rápido durante un largo paseo o tomando varias estaciones de metro, visitamos la antigua morgue de París hoy día rehabilitada y reformulada como centro cultural (Le 104). Una maravilla digna de visitar que hace que la envidia sana de los ciudadanos que llegamos del norte de Marruecos (o llámese España) veamos con ilusión lo que llaman Europeísmo y modernidad.



Y no hace falta deshacer los pasos hasta Cádiz para volver a llegar a África aún sin salir de París. En la Rue Dején se sitúa el mercado africano, un trocito de este continente en la metrópolis. Sus ropajes, su comida, su hábitos su tradiciones. Y muy cerca, ya en el París tradicional, otro lugar marcado en rojo para los amantes de lo distinto, un paseo por el Quai de Seine y, en cualquiera de sus dos orillas (para eso hay un barco que las une), se puede ir al cine, lo más francés que haya en cuanto a cultura se refiere (Cines MK2). Y mejor irse con tiempo, las colas están sea lunes, martes o domingo. Y antes de dormir, un baño en una piscina de principios de siglo XX.


En París, a 28 de octubre de 2012.

Día 3: Acrobacias por París

Cuando me llegó la información de los andaluces residentes en París, me llamó mucho la atención la ficha de Iván Toribio, un acróbata sevillano que se había marchado para perfeccionar la especialidad de los aéreos. Junto a los mejores, se desliza con garbo por el tisú, da volteretas imposibles sobre el tapiz o prepara números de acrobacia quiméricos pero reales.





Él quería enseñarnos su París, el de los artistas. Por eso junto a él visitamos Montmartre, barrio cuna de los impresionistas, de la bohemia parisina coronado por la cúpula de la Basílica del Sacre Cœur. Nuestro andaluz más universal, Pablo Picasso, Amedeo Modigliani y otros artistas vivieron y trabajaron en una comuna, un edificio llamado el Bateau-Lavoir, entre los años 1904 y 1909. Los restos de tanta creatividad tan solo perduran, con tintes muy comerciales en la Plaza de los pintores (Plaza du Tertre).





Montmartre es barrio de artistas y de excesos y tal vez su más reconocido lugar en donde se dan la mano desde 1889 buenos vicios juntos es el Moulin Rouge, construido ese año por un catalán, Josep Oller. La noche parisina comenzaba allí y ahora, siempre repleto de turistas, es una forma pudiente de arrancar las primeras horas crápulas a la luna. La suerte de esta profesión a veces te concede privilegios como poder estar minutos antes de que comience la función en la trastienda de este mítico cabaret.



En París, a 27 de octubre de 2011.

sábado, 21 de enero de 2012

Día 2: París, lujurioso y lujoso




Con Pablo, un profesor de Educación física y fisioterapeuta antequerano íbamos a conocer el lujurioso y lujoso mundo parisino. Él, un humilde, en el sentido más amplio de la palabra, andaluz emigrante, gracias a su trabajo y a sus jefes, ha podido saborear este suntuoso mundo del señor. Y para empezar, una avenida cualquiera, Campos Elíseos. 1880 metros de longitud, desde el Arco del Triunfo hasta la Plaza de la Concordia, en la que recorrer la zona de compras más exclusiva y cara del mundo. Cartier, Louis Vutton (es la única firma que nunca tiene rebajas), Dior, Chanel… Y si todavía no están cansados, tuerzan a la derecha por la Rue Montagne.






Es el esplendor de la moda pero, que por mucho que se empeñen en pagar, nunca alcanzará por lo que París es única, pongamos por caso la Ópera Garnier. Allí mismo, para cuando los sentidos estén colapsado de belleza, el Café de la Paix, el más antiguo de la villa, espera al visitante; eso sino quiere ser un cliente y pagar por un capuchino 8 euros o por su especialidad, el Milhojas, 12 euros. No obstante, la grandeza que emana el local bien los vale…una vez en la vida por lo menos.




Pero no veremos el verdadero lujo en París si no visitamos su joya más preciada, La Catedral de Notre-Dame de París es una de más antiguas de estilo gótico. Dedicada a María, Madre de Jesucristo (de ahí el nombre en francés Notre-Dame, Nuestra Señora), se sitúa en la pequeña Isla de la Cité en París, el origen de todo, y rodeada por las aguas del río Sena. Aquí empieza la fastuosidad parisina. Todo lo demás, sigue después.


En París a 26 de octubre de 2011.