domingo, 17 de junio de 2012

Día 2: ¡Que empiece el espectáculo!







Era la mañana del partido. En unas horas nuestra selección se enfrentaría a Italia. Las cánticos empiezan bien temprano. Los rostros comienzan a colorearse. La guasa española contagia a la rigidez polaca, incluso a sus fuerzas de seguridad. Es un buen momento para dar un paseo y conocer esta ciudad que la Eurocopa ha puesto en el mapa y que con la excusa de ver fútbol, miles de aficionados conocerán.

 
Gdansk, al norte del país, es una ciudad que vive de cara al mar y con un referente muy destacado, su puerto. Precisamente sus astilleros, vieron dar los primeros pasos profesionales de su líder más universal, Lech Walesa. El político, sindicalista y Premio Nobel, fue además de presidente de su país, cofundador del Sindicato Solidaridad, el primero independiente del Bloque Soviético. Sin lugar a dudas, el museo dedicado a este grupo y el Monumento a los trabajadores caídos de los Astilleros son visitas imprescindibles en esta ciudad de casi medio millón de habitantes.


Pero el bullicio diario está en el centro, en la mítica Dugli Targ. En el paseo por la calle mayor de Gdansk podréis ver casas de ensueño con fachas muy particulares, el ayuntamiento de la ciudad o incluso la famosa Fuente de Neptuno (los colchoneros no paramos de hacernos foto en nuestra fuente, también presente a miles de kilómetros de Madrid). Todo ello, que no es poco, se lo puede encontrar cualquiera de los 365 días que tiene el año, pero de forma excepcional, en estos días de Eurocopa, además, tendrán un decorado especial, el de la Eurocopa. Carpas para aficionados, la Fan Zone que organiza la UEFA y el particular e inigualable colorido de las aficiones.


Se acerca la hora del partido, las 18:00 horas. Hay que coger sitio en algunos de los vetustos trenes que llevarán a las aficiones al Ambar Arena. Es en este punto, es cuando la ciudad no puede engañar. Todavía, a pesar de la inyección de dinero invertida, Polonia queda un poco atrás en el desarrollo con respecto a otros países europeos. Lo han intentado, y se han acercado, pero todavía les queda camino por recorrer. Lo vemos en sus trenes y en los alrededores del centro de la ciudad, que no son lo mismo que lo que ve la mayoría, ni se le parece.


La fiesta ya reina en Gdansk. La marea roja se come a los italianos. Una vez pasadas las estrictas medidas de seguridad de la UEFA (no nos dejan pasar un paquete de pipas pero en el campo tiran una bengala), ahora sí, vamos a vivir un partido de la Eurocopa, uno de los eventos más envidiados por millones de aficionados al fútbol. Reconozco que es el momento de máxima emoción, el ser consciente de lo que vamos a vivir, recrearnos por primera vez.



Entramos con tiempo. Hay que ver a los campeones de cerca, admirar el estadio, gritar con los nuestros. Suena el himno. Ánima Javi Nemo, el speaker sevillano de la selección. Cuenta atrás. Go! Primero mete Italia. Empata Fábregas. El campo se cae. Comienza a escucharse a Manolo el del Bombo. Torres falla. Vuelve a fallar. El árbitro pita el final. Empate para los jugadores. La afición se queda con el mensaje: lo importante fue participar.

En Gdansk, a 10 de junio de 2012.


Día 1: Gdansk, capital española de Polonia

Una semana antes de que comenzara la Eurocopa de Polonia-Ucrania 2012 mi amigo y colega de profesión Juan Carlos Vélez me mandó un mensaje en el que decía que tenía dos entradas para el primer partido de nuestra selección contra Italia y que buscaba compañero de viaje. Antes de pensarlo, ya tenía el sí como respuesta.


A siete días de que comenzara uno de los eventos deportivos más esperados por millones de aficionados, la gesta de encontrar vuelos a un precio razonable se antojaba complicada. Para llegar a Gdansk desde España y de forma económica, todas las opciones pasaban, mal que nos pesara, por Ryanair, que tiene en el país polaco un buen número de vuelos operados por ellos. De forma directa es prácticamente imposible llegar, a no ser que se opte por Madrid con una compañía de bandera, así que puestos a elegir (Alemania, Inglaterra y Holanda son las mejores escalas) decidimos parar en Eindhoven. Esta ciudad situada al sur de Holanda, y recordada por los aficionados sevillistas (como mi amigo Juan Carlos) por ganar allí su primera Copa de la UEFA, es la quinta en población del país. Mezcla de tradición y modernidad, sus dos máximos exponentes industriales, Philips y DAF Trucks, han hecho de ésta una urbe que centra todo su potencial en el sector secundario. En poco más de 15 minutos (15 kilómetros) un autobús urbano os llevará a la ciudad, muy bien conectada con el remozado aeropuerto. Si hacéis escala, queréis visitar la ciudad y vais cargados de maletas, en el aeródromo inexplicablemente solo hay seis taquillas, pero en la estación central (final trayecto del bus) no tendréis problemas.


Ahora sí, y con la conexión que nos ofrecía la aerolínea húngara Wizz air, llegamos al Aeropuerto internacional Gdansk- Lech Walesa. Lo normal, cuando no hay Eurocopa, es que la línea 301 os lleve al centro en no más 20 minutos y por menos de 60 céntimos. En esta ocasión especial, los polacos se lo han currado y han puesto una línea directa totalmente gratuita para los aficionados.Ya estamos en Gdansk, nueva capital española de Polonia, uno de los países anfitriones de la Eurocopa 2012 junto a Ucrania. Toda la ciudad está teñida de rojo y gualda. Las banderas nacionales ondean por los autobuses, por los tranvías, por las aceras… el idioma universal aquí es el español. Nada, tan solo algún letrero extraviado por las calles, hace pensar que estamos en territorio extranjero.


Los polacos, en esta fiesta, son los primeros en hacernos sentir como en casa. Se desviven para intentar ayudar al turista, exceptuando, como todo hijo de vecino, al más listo de la clase: el empresario hotelero. Creían que iban a hacer se agosto pero para diez años y así les ha ido. No uno, ni dos, ni tres, sino una desgraciada mayoría, han trabajado con el overbooking. Por poner tan solo un ejemplo, el Hostal Baltic (muy poco recomendable). Allí nos tuvieron una hora sin alojamiento y, lo que es peor, sin solución. Hasta que una simple mención a la policía arregló por arte de magia el problema. Nos alojaron en el Przy Targu Rybnym , justo detrás del Hilton.


Para quitarnos el mal sabor de boca, nada mejor que un paseo al atardecer por la ribera del río. La luz de un día soleado, el ambiente que respiraba la ciudad y las ganas que teníamos, hizo el resto. Y para cenar, algo típico en el Restaurante Gadanski Bowka. De lo turístico, lo mejor. De lo auténtico, por el centro hay mucho más donde elegir.

En Gdansk, a 9 de junio de 2012