Era la mañana del partido. En unas horas nuestra selección se enfrentaría a Italia. Las cánticos empiezan bien temprano. Los rostros comienzan a colorearse. La guasa española contagia a la rigidez polaca, incluso a sus fuerzas de seguridad. Es un buen momento para dar un paseo y conocer esta ciudad que la Eurocopa ha puesto en el mapa y que con la excusa de ver fútbol, miles de aficionados conocerán.
Gdansk, al norte del país, es una
ciudad que vive de cara al mar y con un referente muy destacado, su puerto. Precisamente
sus astilleros, vieron dar los primeros pasos profesionales de su líder más
universal, Lech Walesa. El político, sindicalista y Premio Nobel, fue además de
presidente de su país, cofundador del Sindicato Solidaridad, el primero
independiente del Bloque Soviético. Sin lugar a dudas, el museo dedicado a este
grupo y el Monumento a los trabajadores caídos de los Astilleros son visitas
imprescindibles en esta ciudad de casi medio millón de habitantes.
Pero el bullicio diario está en
el centro, en la mítica Dugli Targ. En el paseo por la calle mayor de Gdansk
podréis ver casas de ensueño con fachas muy particulares, el ayuntamiento de la
ciudad o incluso la famosa Fuente de Neptuno (los colchoneros no paramos de
hacernos foto en nuestra fuente, también presente a miles de kilómetros de
Madrid). Todo ello, que no es poco, se lo puede encontrar cualquiera de los 365
días que tiene el año, pero de forma excepcional, en estos días de Eurocopa,
además, tendrán un decorado especial, el de la Eurocopa. Carpas para
aficionados, la Fan Zone que organiza la UEFA y el particular e inigualable
colorido de las aficiones.
Se acerca la hora del partido,
las 18:00 horas. Hay que coger sitio en algunos de los vetustos trenes que
llevarán a las aficiones al Ambar Arena. Es en este punto, es cuando la ciudad
no puede engañar. Todavía, a pesar de la inyección de dinero invertida, Polonia
queda un poco atrás en el desarrollo con respecto a otros países europeos. Lo
han intentado, y se han acercado, pero todavía les queda camino por recorrer.
Lo vemos en sus trenes y en los alrededores del centro de la ciudad, que no son
lo mismo que lo que ve la mayoría, ni se le parece.
La fiesta ya reina en Gdansk. La marea roja se come a los italianos. Una vez pasadas las estrictas medidas de seguridad de la UEFA (no nos dejan pasar un paquete de pipas pero en el campo tiran una bengala), ahora sí, vamos a vivir un partido de la Eurocopa, uno de los eventos más envidiados por millones de aficionados al fútbol. Reconozco que es el momento de máxima emoción, el ser consciente de lo que vamos a vivir, recrearnos por primera vez.
Entramos con tiempo. Hay que ver
a los campeones de cerca, admirar el estadio, gritar con los nuestros. Suena el
himno. Ánima Javi Nemo, el speaker sevillano de la selección. Cuenta atrás. Go!
Primero mete Italia. Empata Fábregas. El campo se cae. Comienza a escucharse a
Manolo el del Bombo. Torres falla. Vuelve a fallar. El árbitro pita el final.
Empate para los jugadores. La afición se queda con el mensaje: lo importante
fue participar.