miércoles, 29 de septiembre de 2010

Día 1: La luz que guía

Cuando uno se despierta escuchando las olas del mar, entre el sueño y la realidad parece no haber distancias. Nuestro alojamiento durante estos días, Casa Iris, en Arenas d´ en Castell, goza de esa inmensa suerte. Una gran terraza ofrece unas inmejorables vistas, eso de día, de noche, el espectáculo de las estrellas y la luz tenue e intermitente del faro de Favaritx, recrea la magia en este rinconcito del norte de la Isla. Nada más ver esa luz e imaginar naufragios, noches en vela del farero, y tantas y tantas historias que acompañan a estas edificaciones, quise acercarme a ella, al origen de todo.


Por la mañana, antes de visitar el faro de Favaritx, hicimos una parada en otro, el de Cavallería. Éste está situado en el cabo del mismo nombre. Sus vistas recrean bien el paisaje del norte de Menorca: montes ondulados completos de manzanilla, carrizo, etc e hileras de piedras afiladas por la erosión y la acción del mar. Es fácil relajarse con este paisaje; bueno, a no ser que uno se meta en una cueva que hay a la izquierda del faro mirando al mar, que desemboca en una pequeña ventana con vistas al horizonte. ¡Coño! Es lo primero que te sale al verlo, siendo gráfico y con perdón de la expresión, así que queda bautizado el elemento como la Cueva del coño, dixi.


Las distancias en la Isla no son muy grandes (no más de 50 kilómetros entre Mahón y Ciutadella, las ciudades principales más equidistantes) y a da tiempo, antes de comerse una auténtica calderería de langosta, a ver Na Macaret, un pueblo que tiene como plaza mayor una playa. Y después, lo dicho; en Cap Roig, un magnífico restaurante situado en Cala Mesquida, nos sacaron la langosta que más tarde saborearíamos en este plato elaborado con un sofrito de cebolla, tomate, ajo, perejil y el manjar marino. No digo yo que cuando la langosta abundaba el plato no fuera un guiso típico, pero ahora, por el precio, ya se ha pasado tres pueblos, y una sopa, que al fin y al cabo es lo que es, por mucha seda que se ponga, no puede costar eso (el precio de la langosta está 150 euros aproximadamente y para hacer una caldereta para cuatro es necesaria por lo menos una de un kilo). A pesar de ello, si quieren darse un capricho, vayan a este rincón culinario, parada obligada de las familias menorquinas los fines de semana y días de fiesta.


La tarde la empleamos en ver la antigua prisión de La Mola, Es Grau y el resto del Parque Natural de s´Albufera des Grau y Cabo de Favaritx. Precisamente en este cabo está el faro que recibe el mismo nombre. La soledad del paisaje, el suelo de pizarra y la luz fanal, le dan a este espacio un aurea distinta. Las horas pasan de otra manera a este lado del Mediterráneo.



Y para ir terminando, una fugaz visita a Es Mercadal para disfrutar de los dulces que despachan en Cas Sucrer, la más reconocida pastelería (ya totalmente industrializada) de la Isla.

En Menorca, a 3 de septiembre de 2010.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Día 0: Volando a lo que dicen es el paraíso

Ya hace unos años que no viajaba con la familia. Lo que cada verano habíamos instaurado como sana y agradable costumbre, hacer un viaje por España, los compromisos y el trabajo fueron dando al traste con ello. Pero este año he retraso mi descanso estival y, una vez conocido el destino, Menorca, no podía negarme ni un solo segundo.

Para llegar a la Isla, reserva de la Biosfera por la UNESCO desde 1993, se puede usar las múltiples conexiones aéreas de decenas de aeropuertos españoles o, en su defecto, el barco. La que mejor relación calidad/precio ofrece es Vueling. Como siempre, si desde donde sale es el sur de España, las cosas se complican. Lo mejor, en este caso, es enlazar con Madrid, Barcelona o Mallorca.


Sea como sea, los días en Menorca apuntan alto, a pesar de que las multinacionales se empeñen en fastidiarlo. Primero, en la mañana, Vodafone, con la que ando liada desde hace un par de meses por sus abusos y fallos reiterados en las facturas, después con Ryanair (vuelo Sevilla-Barcelona y vuelta) con sus estrictas medidas que ya todos conocemos y su esperpento continuo antes, durante y después de volar; y por último, para rematara, la empresa de alquiler de coches Hertz, que nos cobró, a la llegada al aeropuerto de Mahón, con nocturnidad y alevosía, un extra de 40 euros por llegar fuera del horario de oficina a pesar de ser una causa ajena a nuestra voluntad por la demora en el horario previsto del avión en el que viajábamos. Al robo a mano armada le han puesto de título “tasa extra de horario”. Estos ladrones, los de las empresas multinacionales, van a cara descubierta y delinquen sin vergüenza alguna. Se lo advierto, ¡tengan cuidado!

En Menorca, a 2 de septiembre de 2010.