viernes, 31 de octubre de 2008

DÍA 18: Surcando el Canal de Panamá (I)

Estamos a miles de kilómetros de Pamplona, en el pueblo de Gamboa, pero aquí también hemos celebrado el chupinazo que marca el inicio de los San Fermines, y con pañuelo incluido. La celebración se la debemos a las dos monitoras navarras, Marta y Cristina, y a Jesús Luna y su megáfono, que han hecho de improvisada tablilla para lanzar la pólvora en forma de silbido.


Yo, por otra parte, sigo jodido. Pero ahora lo que quiero es un buen plato de filetes, con patatas y un buen litro de agua potable. Me da igual no sea de mineralización débil o con sabor a mandarina o a puerros adobados. Pero no, eso por el momento es un sueño. Hoy me queda mucho suero oral por tomar, sin guarnición ni condimentos.

En la larga espera del gran momento del día, y del viaje a Panamá (al menos uno de los mejores), que ahora os contaré, he aprovechado para llamar a mi casa y a María José para dar el parte médico y para felicitar a María José por se ya una auténtica periodista.

Ahora sí. Os presento al verdadero protagonista del día, que por cierto, nada tiene que ver con mis males. El Canal de Panamá, sobre el que tanto hemos leído, sobre el que tanto hemos escuchado, sobre el que tanto hemos pensado, sobre el que tanto hemos fabulado, nos espera.


A finales del siglo XIX un francés, Ferdinand de Lessep, comenzó a levantar una de las más grandes obras de ingeniería jamás construidas en el mundo. No pudo finalizarla por la falta de financiación y por los problemas generados por el clima tropical y por las enfermedades ligadas al esa zona. Miles de personas murieron. Miles de francos franceses se perdieron. Fue entonces cuando llegaron los americanos, y cual Ave Fénix, las obras resurgieron de su letargo.

El Canal se terminó de construir en 1908, y ahora, que ya ha pasado un siglo y millones de barcos por el agua dulce con aroma a sal que conecta le Atlántico con el Pacífico, se trabaja en la ampliación del paso interoceánico que finalizará en 2014.



El paseo en barco, preparados para la ocasión por parte de empresas turísticas (a cerca de 100 dólares el viaje), ha sido una mezcla de realidad y ficción. Las historias que acompañan al Canal y que perduran en las páginas de los libros y en el celuloide de las películas de cine, hoy se han materializado a través de nuestros cinco sentidos. Sabor dulce, tacto ligero, sonidos armoniosos, vistas increíbles y olores fuertes gracias a la suciedad de expedicionarios y monitores.

En el Canal de Panamá a 6 de julio de 2008

viernes, 10 de octubre de 2008

Pilares 2008: un reencuentro con los amigos


Este fin de semana estaré de gira por España. Ahora, en un ratito, María josé, que se apunta al club Quetzal, y yo, nos pondremos camino de Granada. Allí nos juntamos con Palma y Juanchope (se ha caído a última hora Luis). Y juntos, la brigada radical sur, nos uniremos al resto de monitores (la mayoría, Anne, Marta, Gea, Pacheco, Cristina, Celia) en un pueblo de Zaragoza, casi en el pre pirineo de Huesca, Murillo de Gallego. Actividades de aventuras varias nos esperan. Y el sábado..a Zaragoza. A reunirnos con los otros monis (Javi, Gema, Eva e Irene) y con nuestros niños. Ya os contaré a la vuelta..



Mientras, el fin de semana que parece que va a llover y habrá que hacer sofing, os podéis entretener con un artículo que he escrito hoy en el diario Público sobre las personas con esquizofrenia (Hoy es el Día de la Salud Mental) www.publico.es/163320



¡A disfrutar de la festividad del Pilar!


martes, 7 de octubre de 2008

Día 17: Llega el Mal de Moctezuma


Pie de foto: foto de grupo de los perrunas junto al río del poblado de San Juan de Pequení antes de partir hacía Nuevo Vigía, y más tarde llegar de nuevo al Zoológico Summit.


Si el día de ayer tenía mi psique dormido, derrumbado, hoy el que no se levantaba era mi corpore. El Mal de Moctezuma, o traducido al castellano, virus que provoca cagaleras severas, y la fiebre alta, la diarrea sin tregua y el malestar general no me deja hacer nada. No se si es mejor o peor, pero la china me ha tocado el día de tránsito.

Amanecimos por última vez los emberás. Me despedí de Emiliano y su familia, que además de su acogida y cariño, me regalaron varias pulseras y una sakira (collar de piedras que llevan las mujeres para decorarse).

A lo largo de la mañana, después de decir hasta la próxima, y que el silencio volviera a la aldea, fuimos saliendo un bote hasta Nuevo Vigía, el lugar habitado más cercano a la población indígena. El viaje en canoa tuvo que ser precioso. Yo tan solo me concentraba en llegar a buen puerto sin “estar cacao”, como diría Jorge, el peruano de mi grupo.

Mi primera parada en Nuevo Vigía, y la segunda, tampoco fue de lo más habitual. Entré en la tienda de un chino, como en toda parte del mundo, bastante extendidas, pero no para comprar precisamente.

Después otro viaje en bus hasta el zoológico Summit. El que suscribe se acostó en el plácido suelo tapado con una sábana. Baños, suelo. Suelo, baños. Y mientras los monis con la fiesta de la fruta..Si hubiera estado bueno, uff. Se hubiera acabado el evento pronto porque hubiera devorado hasta el último gajo.

En Panamá a cinco de julio de 2008.

sábado, 4 de octubre de 2008

DÍA 16: Te echo de menos


El entorno no ha cambiado, sigue siendo de ensueño, pero está mañana mi moral no está de ánimo. Es el día de la graduación de María José (mi novia). Hace realidad un sueño, un reto, ser periodista; Y yo no puedo estar allí con ella compartiendo su alegría, sintiendo la empatía de sus sentimientos, los mismos que tuve yo hace poco más de un año.

Eso es por y porque el tiempo y las circunstancias pasan factura por lo que me siento así. La echo de menos y este día tan solo ha aumentado los letreros luminosos que habitan en mi cabeza y en mi corazón pidiendo cariño a gritos. También echo de menos a mi familia, ahora que el agua aprieta, porque ellos son los que nunca fallan, Y a los amigos, por supuesto, que antes de ayer me pusieron melancólicos con un correo electrónico colectivo que me subió el ánimo a las nubes. No podéis ni imaginaros como sientan unas líneas de conexión con las raíces más profundas, con los tuyos, con lo de siempre…

En la aldea, para dejar ya la morriña, hemos seguido aprendiendo de los emberás. Talleres de artesanía de tagua (un fruto similar al coco, pero más pequeño y duro, madera y mimbre; explicaciones de cómo se construyen sus casas; un poco de etnogastronomía; pintura con jagua, puro vicio para los chavales; Y para terminar, un poco de música con instrumentos elaborados a mano, incluido una percusión elaborada con una concha de tortuga. ¡Qué no decaiga el ritmo!

En San Juan de Pequení a cuatro de julio de 2008

viernes, 3 de octubre de 2008

Día 15: ¡Bendita siesta!



Seguimos en la casa de los emberás. El amanecer al aire libre, rodeado de verde naturaleza y con los cantos de la selva, es una auténtica gozada. El frescor de la noche se sobrelleva con una sábana fina y algo de ropa. Los mosquitos, no tantos como me imaginaba, se espantan rápido. En este rinconcito todo merece la pena, y los inconvenientes se convierten, simplemente, en unos pasitos más para alcanzar el bienestar.



Hoy los hermanos emberás nos han enseñado todo lo que tiene que ver con su cultura: las formas de cultivo, de pesca, como se pintan, como construyen sus casa, etc. Entre otros, nosotros hemos ido a aprender un poco de agricultura selvática. Un poco de arroz, otro tanto de plátano y otro poco de maíz. Otros grupos han pescado, con poca suerte por cierto, algún sapo y sobre todo dilapia, el mismo pescado que nos comimos ayer.


Por la tarde, el bajón físico del esfuerzo de la caminata de ayer me ha sobre pasado y el tiempo de ducha y lavado se lo he robado a la higiene para dárselo a mi cuerpo de descanso con una merecida y saboreada siesta.




La noche ha estado tranquila, interrelacionados con los habitantes de la aldea y comiendo y viviendo casi como ellos lo hacen en su día a día.


Todo es maravilloso en la selva, pero en la Ruta no todo se disfruta. A veces por las prisas, otras por los compromisos, y las más, por el cansancio que marca el ritmo infernal. Pan galleta del ejército con un poco de mermelada entre monitores en la parapa (cabaña de madera y hojas de colegayo) y a dormir.

En San Juan de Pequení a 3 de julio de 2008