lunes, 22 de junio de 2009

Día 4: Se acabó

Pie de página: a los pies de la Torre de Televisión

Son las 5:45 horas de la mañana, y aunque lo normal es que estuviera durmiendo por las esquinas después de adelantar el alba a las 3 de la madrugada, lo cierto es que estoy aquí escribiendo, en el aeropuerto de Tegel, mis últimas letras “en alemán”. Me voy con muy buen sabor de boca porque he disfrutado, he conocido, una ciudad distinta, una capital diferente.

Berlín se ha reinventado a lo largo de historia y sus calles, sus monumentos, su gente, lo demuestran. La vanguardia le da la mano a lo clásico (en todo caso, rehabilitados). La ciudad nunca para. Hay que aprovechar el tiempo perdido. Berlín también es sano, apetece caminar o coger una bici, e invita a reciclar, a ser ciudadanos ejemplares (de forma natural, sin planes ZP). Pero tiene algo, solo una cosa, que no me gusta, el idioma. Me suena a chino, camaradas. Por lo demás, “danke”.


En Berlín, a 9 de marzo

jueves, 11 de junio de 2009

Día 3: Esto no es turismo, es un campo de concentración

No hay película, libro, ni nada que se le pueda parecer, por mucho que se haya hecho, que pueda transmitir lo que se vivió en los campos de concentración nazis. Esas escalofriantes sensaciones solo pudieron conocerlas, para su eterna desgracia, las miles de personas que murieron de inanición, frío o crueles torturas. Y los que, a pesar de los pesares, sobrevivieron en cuerpo que no en alma, ya que ésta les fue robada nada más entrar en los campos.


Para acercarse un poco a este gran sinsentido de la humanidad, del que fueron parte activa los que ya conocemos, pero también, y no hay que olvidarlo, los miles de ciudadanos que miraron para otro lado durante la barbarie, visité un antiguo campo de concentración, que no de exterminio.


“Arlet macht fre” (“El trabajo te hará libre”) era la sarcástica frase que leían los prisioneros en entrar al campo de concentración. A partir de ese momento, el proceso deshumanizante, la maquina nazi, comenzaba a trabajar. Eran desvalidos de toda pertenencia, de su pelo, y lo más importante, de sus derechos. A partir de entonces, simples números, con diferentes categorías, al servicio del régimen. De entre todos sus presos, me llamó la atención, por mi desconocimiento del dato, uno español: Largo Caballero.


De la dura visita, aderezada con la lluvia intensa, el viento grueso, y el frío que cala por entre las lanas y algodones, me quedo con la parte reflexiva, en la que se entra obligatoriamente cuando un espejo, en forma de indignos barracones, zonas de tortura, y mucho más, de lo que hizo el hombre no hace tantos años, te devuelve lo que hicieron otros.



En Berlín, a 8 de marzo de 2009

martes, 2 de junio de 2009

Día 2: El "muro de la vergüenza"



161 kilómetros. 3200 personas detenidas en los intentos de asaltos. 80 personas abatidas cuando lo intentaban. Familias separadas. Amigos incomunicados. Son algunas de las consecuencias de la gran brecha que separó Berlín Este (zona comunista a cargo de la URSS) de Berlín Oeste (estaba repartida su extensión entre Francia, Estados Unidos y XXXX); el muro de Berlín.



Son varios los puntos en los que se puede visitar lugares conmemorativos de aquel muro que estuvo de pie entre 1961 y 1989, pero tal vez el más interesante, sea la zona aledaña al monumento conmemorativo (muy interesante la visita con vídeo aéreo de la extensión completa del muro, incluido). Junto a éste, se encuentra la capilla de la Reconciliación, un pequeño rincón que encoge el alma por las evocaciones que puede llegar a provocar.




En esta zona, la de Bernauer Strabe, la historia se recrudeció aun más que en el resto de Berlín. Se área pertenecía al Berlín Oeste, mientras que sus casas del lado sur pertenecían a la zona este. Para los vecinos de las casas comprendidas entre los números 1 y 50, esto significó que, a partir de 1961, sus fachadas hicieran a su vez de muro. Cuando se terminó de construir el muro, miles de personas huyeron a la desesperada por las ventanas de los edificios. Algunas se descolgaban con cuerdas, otras saltaban aprovechando las lonas que colocaban los bomberos de la parte occidental. Otros lo intentaban, solamente. Son solo una parte de la historia, pero como mucha parte de ésta, para entenderlo mejor, además de leer, les recomiendo la visita.




Después de la histórica visita, Ale y yo, fuimos a Alexanderplatz, o simplemente Alex, como ellos llaman a una de sus más emblemáticas plazas, en la que reina la gran torre de la televisión y un original reloj de las horas de mundo que diseñó Erich John.




Para después de tan soberana paliza turística, tocaba ducha. Y para rematar, Berlín la nuit.

En Berlín, a 7 de marzo de 2009