domingo, 22 de enero de 2012

Día 5: La ciudad de Rodin



Jesús Iglesias Montero, un escultor sevillano, se enamoró de una parisina y de Rodin. Por eso se marchó a París, para seguirle la pista a sus dos amores. Al segundo, al artista, lo fuimos a descubrir a primera hora de la mañana en el museo que tiene muy cerca de Los Inválidos. Ver a El Pensador, Los Burgueses de Calais o El Beso, bien merecen la pena, pero si aún así no les convence, apuesten por un paseo por los jardines que hay fuera del chateau francés que alberga la colección, un sueño con 3 hectáreas verdes y una estructura de 10 habitaciones en la planta baja y de 8 en la parte superior en las que creó el genial artista. Pero para entender algo más de este artista, el nuestro, Jesús, nos llevó a la fundición con la que él ahora trabaja y en otro tiempo lo hizo el magnífico Rodin. Algo sobrecogedor vivirlo en primera persona.




Y como de esculturas iba la cosa, nada mejor que visitar un cementerio, si como lo oyen. El de Père-Lachaise es el cementerio más grande de París intramuros y uno de los más conocidos en el mundo. Este cementerio no fue bien aceptado por los parisinos, que no querían ser enterrados en las afueras de París. Por ello se pensó en trasladar hasta allí a algunos personajes de gran relevancia como Molière, La Fontaine y Abelardo y Eloisa Honoré de Balzac, Chopin, Moliere, Oscar Wilde o Jim Morrison, el más visitado en la actualidad.




Para terminar el día con Jesús, nos marchamos a la casa de los artistas en la capital, el Museo del Louvre, el más visitado del mundo. La apertura del Louvre en el año 1793 significó el traspaso de las colecciones privadas de las clases dirigentes a galerías de propiedad pública para disfrute del conjunto de la sociedad. No dio tiempo a entrar y ver sus obras de arte, para eso hace falta toda una vida. Lo que si se terminan pronto son otros placeres de esta vida. Digamos por ejemplo la cacerola de moulés frites (mejillones y patatas fritas) que para celebrar el trabajo bien hecho nos tomamos Daniel Leal, el señor cámara, y un servidor. Bon appétit!




En París, a 29 de octubre de 2012.

Día 4: París alternativo

Dos traductoras e intérpretes, Elena y Alejandra, nos mostraron la ciudad más alternativa. Para empezar con buen pie un día cualquiera de compras, siempre con la cartera llena, visitamos la Rue Mouffetard, repleta de sabores, olores y colores de la completa gastronomía francesa. Los puestos ambulantes se apiñan con copiosa cantidad de frutas y verduras, a los lados se mezclan las tiendas con sabor a barrio pero con un toque chic. Son muchas pero tal vez un imprescindible es Androuet, un pequeño comercio muy oloroso con los mejores quesos del país y regentado por un bonachón tendero salido de las historias de Astérix y Obelix. Dos pasos más hacia arriba, sorteando a los viandantes por la angosta vía, se llega a Le verre à pie, un café bistró de lo más auténtico de los que se despacha en la capital a buen precio y con comida casera.




Siguiendo a paso rápido durante un largo paseo o tomando varias estaciones de metro, visitamos la antigua morgue de París hoy día rehabilitada y reformulada como centro cultural (Le 104). Una maravilla digna de visitar que hace que la envidia sana de los ciudadanos que llegamos del norte de Marruecos (o llámese España) veamos con ilusión lo que llaman Europeísmo y modernidad.



Y no hace falta deshacer los pasos hasta Cádiz para volver a llegar a África aún sin salir de París. En la Rue Dején se sitúa el mercado africano, un trocito de este continente en la metrópolis. Sus ropajes, su comida, su hábitos su tradiciones. Y muy cerca, ya en el París tradicional, otro lugar marcado en rojo para los amantes de lo distinto, un paseo por el Quai de Seine y, en cualquiera de sus dos orillas (para eso hay un barco que las une), se puede ir al cine, lo más francés que haya en cuanto a cultura se refiere (Cines MK2). Y mejor irse con tiempo, las colas están sea lunes, martes o domingo. Y antes de dormir, un baño en una piscina de principios de siglo XX.


En París, a 28 de octubre de 2012.

Día 3: Acrobacias por París

Cuando me llegó la información de los andaluces residentes en París, me llamó mucho la atención la ficha de Iván Toribio, un acróbata sevillano que se había marchado para perfeccionar la especialidad de los aéreos. Junto a los mejores, se desliza con garbo por el tisú, da volteretas imposibles sobre el tapiz o prepara números de acrobacia quiméricos pero reales.





Él quería enseñarnos su París, el de los artistas. Por eso junto a él visitamos Montmartre, barrio cuna de los impresionistas, de la bohemia parisina coronado por la cúpula de la Basílica del Sacre Cœur. Nuestro andaluz más universal, Pablo Picasso, Amedeo Modigliani y otros artistas vivieron y trabajaron en una comuna, un edificio llamado el Bateau-Lavoir, entre los años 1904 y 1909. Los restos de tanta creatividad tan solo perduran, con tintes muy comerciales en la Plaza de los pintores (Plaza du Tertre).





Montmartre es barrio de artistas y de excesos y tal vez su más reconocido lugar en donde se dan la mano desde 1889 buenos vicios juntos es el Moulin Rouge, construido ese año por un catalán, Josep Oller. La noche parisina comenzaba allí y ahora, siempre repleto de turistas, es una forma pudiente de arrancar las primeras horas crápulas a la luna. La suerte de esta profesión a veces te concede privilegios como poder estar minutos antes de que comience la función en la trastienda de este mítico cabaret.



En París, a 27 de octubre de 2011.

sábado, 21 de enero de 2012

Día 2: París, lujurioso y lujoso




Con Pablo, un profesor de Educación física y fisioterapeuta antequerano íbamos a conocer el lujurioso y lujoso mundo parisino. Él, un humilde, en el sentido más amplio de la palabra, andaluz emigrante, gracias a su trabajo y a sus jefes, ha podido saborear este suntuoso mundo del señor. Y para empezar, una avenida cualquiera, Campos Elíseos. 1880 metros de longitud, desde el Arco del Triunfo hasta la Plaza de la Concordia, en la que recorrer la zona de compras más exclusiva y cara del mundo. Cartier, Louis Vutton (es la única firma que nunca tiene rebajas), Dior, Chanel… Y si todavía no están cansados, tuerzan a la derecha por la Rue Montagne.






Es el esplendor de la moda pero, que por mucho que se empeñen en pagar, nunca alcanzará por lo que París es única, pongamos por caso la Ópera Garnier. Allí mismo, para cuando los sentidos estén colapsado de belleza, el Café de la Paix, el más antiguo de la villa, espera al visitante; eso sino quiere ser un cliente y pagar por un capuchino 8 euros o por su especialidad, el Milhojas, 12 euros. No obstante, la grandeza que emana el local bien los vale…una vez en la vida por lo menos.




Pero no veremos el verdadero lujo en París si no visitamos su joya más preciada, La Catedral de Notre-Dame de París es una de más antiguas de estilo gótico. Dedicada a María, Madre de Jesucristo (de ahí el nombre en francés Notre-Dame, Nuestra Señora), se sitúa en la pequeña Isla de la Cité en París, el origen de todo, y rodeada por las aguas del río Sena. Aquí empieza la fastuosidad parisina. Todo lo demás, sigue después.


En París a 26 de octubre de 2011.

lunes, 16 de enero de 2012

Día 1: Las ciudades de la magia (Paris y Eurodisney)

El primer día del primer programa los astros se alinearon para hacerme sentir en casa. Estefanía, una inquieta y siempre sonriente paisana mía, sería la primera andaluza que entrevistara. Era como estar paseando por el Parque Calderón, junto al río Guadalete pero a unos cuantos kilómetros y con más frío. Ella empezó su andadura en la capital francesa con un trabajo en Disneyland (se puede llegar en coche o en metro RER) y allá que nos fuimos. El parque de atracciones más grande de Europa (representa una quinta parte del total de la ciudad de París) acoge a muchos andaluces entre la variada amalgama de nacionalidades de sus trabajadores. Junto a Mickey y todos sus colegas descubrimos la ciudad de la ilusión que inventaron los señores de Disney y que, casualidades de la vida, a punto estuvo de situarse en la Costa del Sol.




La siguiente parada fue en el Canal de Sant Martin, un cobijo escondido para muchos parisinos alejado de los circuitos turísticos habituales, sobre todo para los Bobos, bohemios y burgueses, que con sus acicalados complementos llaman la atención de los allí presentes por genuinos y auténticos. Sin tiempo a nada, supongo que la magia de Eurodisney tuvo la culpa de emplear tanto allí, fuimos a otro remanso de paz no apto para el turista ávido de tópicos, el Bosque de Vincennes (Bois de Vincennes), situado al este de la ciudad, es el mayor espacio verde parisiense. Allí me tocaba devolverle tanta generosidad a Estefanía y fue el lugar elegido para darle una sorpresa: su madre, Matilde, y su hermana, Graciela, habían viajado desde Cádiz para sorprenderla.



Ya en familia y junto a su marido Simon, el parisino más gaditano que uno pueda encontrar sobre la faz de la Tierra, nos dirigimos hacia el símbolo de París, su Torre Eiffel. A orillas del río Sena su estructura efímera que pensó el arquitecto para esta torre se ha convertido a la eternidad parisina. Las historias de amor se sellan aquí con más glamour, la urbe, no sé sabe bien por qué (no solo por la altura), tiene unas vistas mejores desde este punto. Todo evoca al mismo mundo, la magia y la luz de esta ciudad. Brindemos por ello y por los andaluces; un buen lugar, Le Relais Gascon, en Montmatre, con unas ensaladas especiales tradicionales de la cocina del suroeste francés.



En París, a 25 de octubre de 2011.

domingo, 15 de enero de 2012

Día 0: El sueño se puede tocar




Han sido muchos los años en los que con anhelo he soñado despierto el poder recorrer rincones del mundo junto a valientes andaluces que se marcharon para buscar un mundo mejor, ir indagar en la aventura o, simplemente, porque el amor los llamó a filas. Precisamente, cuando este andaluz que suscribe estaba averiguándose un futuro más claro en Santiago de Chile que el que nuestros gobernantes y banqueros han dejado como herencia a los nuestros, me llegó la noticia, me convertía en reportero de Andaluces por el mundo.





El primer destino era especial, reconocido, un reto casi para mí, París. La ciudad que nunca me cautivó por no poder exprimirla al máximo en visitas medias de una semana, por saturarme, ahora tenía que resumirla en 50 minutos de la mano de cinco andaluces que nos la enseñara.
El reto estaba marcado. Las noches en vela iban acortándose al mismo ritmo que se acercaba la partida. Cualquier tiempo siempre era poco para revolver las ideas en la cabeza y buscar el imposible. Los protagonistas, Estefanía, coordinadora de lectores en el Ministerio de Educación de Francia de El Puerto de Santa María, Pablo, fisioterapeuta de Antequera, Iván, un acróbata de Sevilla, Elena y Alejandra, traductoras de Almería y Sevilla, y Jesús, un escultor de la capital, ya estaban dispuestos a darlo todo. Ellos son los verdaderos protagonistas y con tanta calidad humana transmitida por el teléfono, seguro que no podían fallar.

En Sevilla, a 24 de octubre de 2011