lunes, 23 de marzo de 2009

Día 2: Oxford, el mejor lugar para estudiar...y para vivir




“La ciudad de las agujas de ensueño”, como la nombró el escritor Matthew Arnold. Oxford, la ciudad inglesa ubicada en el condado de Oxfordshire, y hogar de la afamada universidad, la más antigua en el mundo anglosajón; es todo esto y mucho más. Su ritmo tranquilo, la bella estampa de su paisaje, los variados y bonitos edificios que lo componen, y la cultura brotando por cada rincón, hacen de esta ciudad con aire de pueblo, un lugar envidiable para estudiar, y para vivir.




Sin duda, la gran atracción de esta localidad es su universidad. En esta urbe, todo gira en torno a ella. Para bien, como fuente de riqueza y prestigio, o para mal, con revueltas como la de 1355, en la que varios estudiantes resultaron muertos. La institución se compone de 39 colleges, cada uno con un encanto especial. Sin duda, de entre todos, el que destaca es el Crist Church Collage (en su famoso comedor se rodó Harry Potter), aunque no se quedan atrás Magdalen Collage, Merton o el University Colleges, el primero, fundando a mediados del siglo XIII. Hasta mi hermano tiene uno, el Jesús Collage.


Me gustan los contrastes, por eso a nuestra vuelta a Londres, fuimos a un lugar alternativo, totalmente de moda en la actualidad, que me recomendó un buen amigo gallego, Martin. Estuvimos en Old Street, una zona de bares “made in London”. Sin duda, el rey entre tanto movimiento alternativo, es The Foundry. Un cutre antro con objetos viejos varios colocados a diestro y siniestro y unos servicios de lo más tétricos. A los valientes, que prueben.




27 de septiembre de 2008

jueves, 19 de marzo de 2009

19 de marzo

Otros santos se me olvidarán, pero las felicitaciones a los José, no. Y para que no sean sólo los que así se llaman, que no son pocos en España, los felicitados, abriré el abanico y felicitaré también a todos los padres buenos del mundo, que también creo que son unos poquitos.

lunes, 9 de marzo de 2009

Día 1: En la mitad del mundo


Hoy era el primer día oficial en Londres y tocaba jornada completa. Al final del texto entenderán que esta afirmación la cumplimos a rajatabla, ayudados, eso sí, por el magnífico día que nos acompañó. Cosas de la vida: en Sevilla llovía, y en Londres “soleaba”.



Todo comenzó en el medio del mundo. Exactamente con un brazo en el hemisferio este, y otro en el oeste. Sí, me estoy refiriendo a uno de los pocos sitios del mundo donde se puede dar esta curiosa circunstancia, en el Meridiano de Greenwich, en el cual se sitúa el meridiano cero.
Un lugar particular y bonito, y cuya visita se complementa observando todos los detalles del Royal Observatory (donde se encuentra el artilugio que marca el meridiano 0 º), dando un paseo por el cuidado parque de esta zona londinense, o imaginando antiguas hazañas en el Cutty Sark (ahora cerrado por reformas), el famoso barco de la botella de whiskey que no inventó esa compañía, sino que fue el último velero que transportara té entre Inglaterra y China, y en su día, también, fuera el barco más veloz de los mares.



Cuando la hora del aperitivo había pasado, hicimos una de esas cosas que nadie debe dejar pasar en su visita a Londres, darse un paseo por el río Tamesis, y disfrutar de otra imagen de la capital. Eso sí, en barco de transporte público (2,60 € con Travel card). Nada de cruceros para guiris.



Como navegar siempre abre el apetito, esta vez no iba a ser diferente, aunque estuviéramos en el país en el que todo lo que es al contrario que en el resto del universo, vale. Buscamos un bonito comedor público al aire libre. Y buscando, buscando, no encontramos uno mejor: unos jardines frente al Big Ben, el reloj más famoso de mundo.




Quedaba tarde aún, y era el momento de darle un hueco a la cultura. Al Brithis museum. Un poco de los griegos, otro poco de los romanos, otro trocito más de los egipcios, y así, robando por medio mundo, fue como los británicos, simplificando un poco el proceso, montaron este estupendo museo.


Blancos, negros, chinos, dulce, salado, grandes o pequeños. Es Picadilly Circus, el rincón de Londres en el que todo tiene cabida. Fue nuestra siguiente parada en el metropolitano, “tube”, “underground”, o simplemente metro, la primera red, la londinense, en construirse en Europa (1863) y una de los más largas y extensas. Nuestro hostal nos esperaba con las puertas abiertas. Pero antes del merecido descanso, a solo unos metros de nuestra morada temporal, nos esperaba un gran espectáculo: Grease, el musical.



A 26 de septiembre de 2008

martes, 3 de marzo de 2009

Día 0: Volando a la capital de Europa

Hay personas a las que les gusta gastarse su dinero en pasar su fin de semana entre grados de alcohol, faldas ajustadas o camisetas marcadas; otros prefieren gastarse sus emolumentos en grandes centros comerciales: una parte en la tienda de ropas, otra en los complementos, y lo que sobra, en un fast food. Yo, siempre que puedo, prefiero viajar. La razón para comenzar este viaje que me llevará a la capital de Europa es visitar a María José, mi novia, que esta haciendo un curso en Londres.


Londres, London o Londinium, como le pusieron los romanos allá por el año 43, cuenta con más de 7 millones de habitantes en la city, y casi 14 millones en su área metropolitana. Este fin de semana, tendrán que sumarle uno más.

Para llegar a Lodres desde España, ya saben que pueden elegir cualquier método de trasporte: coche, autobús, tren, barco o avión; pero, sin duda, este último es el más rápido y efectivo. Y de todas las compañías, aunque me pese, la que mejor cumple esos dos adjetivos es Ryanair (http://www.ryanair.com/).



Después de surcar las nubes españolas e inglesas con una compañera de vuelo inesperada, la hermana de mi amigo Nono, a la que encontré sin previo aviso en la cola de embarque del vuelo, llegamos a uno de los seis aeropuertos de la capital, a Stanted (además, Heathrow, Gatwick, Luton, City y Southend).





Para llegar al centro hay dos opciones, tren o bus. La primera elección es un poco más rápida, pero también más cara, así que elegí el autobús, de los normales, sin dos plantas, todavía. En Victoria Station me esperaba, a una hora indefinida de la madrugada, María José, después de haber esperando aguantando frío, tempestades y borrachos. Al instante cogimos los dos transportes londinenses por antonomasia, los black cabs (taxis típicos de la ciudad) y los buses de doble planta, caminito de la residencia de MJ. Y ahora sí, me reservo el final de este capítulo.


A 25 de septiembre de 2008