Un buen fin de semana con los amigos

Pie de foto: el grupo con la señora Molly Malone (Rafa Fali, Marta, Ana y JP), en el interior de la Universidad del Trinity y delante del Castillo de Malahide, donde también aparece Paco /Abajo una fotitto delante de las puertas típicas de colores de la ciudad / Una imagen de una figura de arena que recrea un pasaje de Los viajes de Gullivert, de Jonathan Swift /Y por último una momento de la manifestación de un grupo de Chinos en favor de las Olimpiadas China 2008. Como se pongan todos los chinos de acuerdo a ver quien gana..

Los días de asueto ya se ha terminado, mañana toca otra vez trabajar, pero por suerte las pilas ya están cargadas. Cómo os comenté en el anterior blog, este fin de semana han venido a visitar a la ciudad de Dublín y al que escribe, Marta, Ana, Rafa y Fali, cuatro amigos de toda la vida, desde las plastilinas, los bollycaos hasta el tang de fresa pasando por la peonza, los cromos o las excursiones con las monjitas de las Carmelitas. Y la verdad, nos lo hemos pasado muy bien. Llegaron el jueves de madrugada, las cosas que tienen las compañías de bajo coste, que ha costa de abaratar precios se han empeñado en fastidiar a los viajeros y a las personas que los esperan en las ciudades de destino.

Al día siguiente, viernes, los dején en la histórica cárcel de Dublín y me fui a trabajar. No piensen mal. Entraron libremente y solo de visita. Después llegaría la factoría Guinness en donde entraron, pero no querían salir. Al menos tre horas pasaron los muchachos allí. La noche, como no, en un típico pub irlandés. El sábado ya fue otra cosa: caminar, caminar y caminar. Hice de guía improvisado, con el cámara Falito intentando emular los programas de viaje de la tele, y les expliqué lo que sabía. Lo que pasó, para que terminaramos todos rendidos, aunque habiendo visto Dublín, sus calles y parques, es que yo todavía tenía el ritmo del fin de semana pasado en la sierra y fuimos a paso ligero y bajo la lluvia. Ah, antes de irnos a comer, parada obligada en el Pennys. Las chicas cogieron aproximadamente la mitad de la tienda para probarsela, pero por suerte desistieron y nos pudimos ir pronto a casa.

Y hoy, el día de la despedida, hemos aprovechado para conocer Malahide, un pequeño pueblo a tan solo 15 minutos de Dublín que posee un castillo que atrae a miles de turistas de la capital a diario. Sus parques y jardines son otros de los encantos. Lo que viene después es lo mismo que lo de todos los domingo: ir a ver sufrir a mi Atleti. Ya puede cambiar la Tierra de forma, puede el mar volverse dulce, y el sol no calentar nunca más, pero lo del Atleti ni cambió, ni cambia, ni cambiará. Pero a pesar de todo, que viva mi Atleti!!