El Quetzal, el pájaro de la aventura que da nombre al programa, y que con suerte, los participantes en la expedición La selva del Río de los Cocodrilos, Panamá, Río Chagres, podrán ver con sus propios ojos.Desde hace ya algún tiempo soñaba noche tras noche con poder escribir esta página del blog. Hoy por fin puedo hacerlo con una alegría desbordada y unas manos que aun me tiemblan. Mi historia con la Quetzal se remonta al año 2000, en el presenté mi trabajo como expedicionario. No hubo suerte, y lo intenté al siguiente. Fueron muchas tardes en casa de Carmen Cebrián, una profesora que tenía en mi colegio, las Carmelitas, que era especialista en tema latinoamericanos. Buscando un tema, ilusionándonos con los personajes, dando vida a un puñado de letras, soñado, al fin y al cabo. Pero las listas de seleccionados nos despertaron del bonito e ingenuo acto de soñar despiertos.
La persistencia, la cabezonería, si queréis llamarlo así, me caracteriza, para bien o para mal, depende la circunstancia. Pero en este caso mi lucha por descubrir la Aventura volvió a tomar fuerza desde el día en el que me enteré que tenía otra remota posibilidad de ir a la Ruta, ahora como monitor. Y manos a la obra, porque la suerte creo que existe, pero si no se le ayuda todo es en vano. Me saqué a marchas forzadas los títulos y cursos que hacían falta, reuní con todas mis ganas todo lo mejor que creía haber hecho en la vida en mi curriculum, y escribí con el corazón una carta de motivación para ir. La primera prueba estaba superada, querían conocerme un poco más. Y a partir de ese momento comenzó mi trabajo para llegar a conquistar una batalla que siempre se me resistió, luchando como un duro bucanero contra mi mismo para aprender y mejorar cada día. Un gran capitán, el señor Santiago Tejedor, fue el sabio que me guío sin excusas y con acertado criterio.
Estudié como si del examen de fin de carrera se tratara, o puede que más, pero con una gran diferencia, lo que leía no era obligado y a cada párrafo más me gustaba. Hice ejercicio, tanto como cuando en un mismo día era capaz de jugar al fútbol, al tenis, ir al Inglés y después ir a nadar. Y me mentalice que la noche en el campo es tan tranquila como la vida de la luna y las estrellas en el firmamento. Costó, se sufrió, pero se consiguió.
Pero sin duda esta victoria no es solo mía, es de todos vosotros, que con vuestro apoyo y vuestro aliento me habéis estado animado hasta el último momento. Es de mis padres y mi familia, que lo han vivido como si fuera algo suyo, es de María José, que me ha aguantado con mis días buenos y malos, y que ya se sabe la historia de Panamá y de la Ruta mejor que yo, es de Carmen Cebrián, por su ilusión y buen trabajo, es de Santi, como ya he dicho, y es de todos y cada uno los que me conocéis, que sabéis de sobra quienes sois.
Pero sería de necios no acordarse ahora de los que no están, porque la línea que separa la alegría de la tristeza en esta ocasión es muy delgada. Ahora escribo esto, pero no hubiera sido extraño escribir otras cosas bien distintas. Por eso, y porque sinceramente pienso que todos los que llegamos a San Rafael el domingo estabamos capacitados para ir a Panamá, os digo que no os desaniméis, y sigáis luchando por vuestras ilusiones como yo hice un día. Un fracasado no es aquel que no consiguió triunfar, sino alguien que renunció a sus sueños.