jueves, 29 de septiembre de 2011

Atacama, la magia de lo imposible (3ª parte)



A 90 kilómetros de San Pedro y a más de 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar están Miscanti y Miñique. Ambas son alimentadas por fuentes de agua que vienen desde la superficie de la tierra. En su interior se reflejan las cordilleras nevadas. La majestuosidad máxima se alcanza en este punto, en el que se unen las dos lagunas.




Antes de llegar hasta aquí, también en parte del Parque Nacional de los Flamencos, hay que pasar por la Laguna Chaxa. A primera hora, cuando el frío todavía cala los huesos, los flamencos buscan los primeros rayos de luz para encontrar su alimento. Con la paz del entorno y la belleza de estos animales, se alcanza una serena calma.




La ruta, de unas siete horas (salen en torno a las 7 de la mañana para regresar a las 14 horas), hay ocasiones en la que se puede demorar, como fue nuestro caso. Pongamos por caso que se estropea el microbus... Solo queda reírse y aprovechar los momentos. Para desquitarnos ya llegará la patasca que nos sirve Carmen en su restaurante Las Delicias de Carmen, uno de los mejores de San Pedro de Atacama y con buenos precios.




Por la tarde, con el potaje de maíz todavía casi en el paladar, tocaba ir a Marte. El Valle de la Luna lo es. Es como ser un territorio extranjero en la propia Tierra. Está formado a lo largo de milenios por la erosión fluvial y eólica, las que han tallado su suelo en formas tales como: crestas con puntas, hondonadas, montículos y muy poca flora y fauna. Un lugar que por algo fue declarado Santuario de la naturaleza en 1982; porque es único, casi milagroso a los ojos de un ser humano de los habituales que viven en este planeta.




En San Pedro de Atacama, a 25 de septiembre de 2011.

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