Amanecimos
en la ciudad equivocada, Hat Yai. Una rata cruza la recepción de la pensión. La señora
propietaria abre la puerta, como sino hubiera pasado nada. Sale en busca de un
tuk tuk. Llegamos, junto a dos holandeses a los que habíamos conocido la noche
anterior, a la estación de autobuses para coger el perceptivo bus a Krabi (187
bath, 2ª clase, sobre 4h 30 minutos).
Efectivamente
después del trayecto llegamos donde decía el ticket, a Krabi, pero nuestro
hotel estaba más allá, a 20 kilómetros, en Ao Nang. Las artimañas tailandesas
nos obligaron a pagar 100 bath por persona
por un transporte que cuesta poco más de 60 bath y para colmo no nos
dejó en el hotel elegido, Chaba (Vasana) bungalows. Pero eso pronto se olvida…
A los
pies de un gran risco se abre paso una vegetación exultante. Parece imposible
que entre esta espesa vegetación quepa un pequeño hotel, pero así es.
Habitaciones de bambú y madera, frágiles, humildes pero maravillosas.
Suficiente para estar en la gloria. Regentado además por una pareja agradable
de una tailandesa y un francés que se enamoró de ella y del lugar que nos recomendó.
Una pequeña playa privada que hay escondida detrás de un montículo al final de
la playa urbana del pueblo. Fue nuestro bautismo con estos paisaje imposible.
Acabamos de celebrar el principio de comienzo. Y para brindar fuimos a uno de
los restaurantes clásicos recomendables, el Ao nang Cuisine.
En Ao
Nang a 11 de julio de 2013.
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