jueves, 15 de agosto de 2013

Día 1, 2 y 3: Llegando a Tailandia

Hoy empieza un viaje muy ansiado para mí, el primero en el que descubriré el continente asiático. Como todas las primeras veces era importante saber con quien, y al final me decidí por Tailandia. Nada es casual y en la elección se mezclan una pizca de su cultura, otra porción de su gente (país amable y seguro), otra parte por sus buenos precios, una cucharadita de sus playas e islas paradisiacas y otro pequeño detalle, llegar a un país que nunca fue colonizado (ni Tailandia ni el antiguo Reino de Siam), que siempre hace más auténticos aún los destinos.



Pero claro, para llegar a Bangkok, su capital, en pleno mes de julio (aunque aquí sea temporada baja por los monzones la masiva llegada de turistas occidentales hace que los precios no bajen), había que hacer encaje de bolillos, exactamente: Málaga – Düsseldorf - Abu Dhabi -  Bangkok (con Ethiad Airways, muy buena compañía de los Emiratos Árabes a través de Travel2be, a un precio ventajoso, poco más de 600 euros). De lo malo, 72 horas nos separaron del punto de origen al de destino, lo bueno, una visita rápida a Düsseldorf  y Abu Dhabi.




Los días y las noches se solapan. Las horas se mezclan. Las manillas del reloj van locas de atrás para delante. Las terminales de avión se confunden. El rumbo no se pierde, destino Bangkok. Pero la siguiente escala está en Oriente Medio, en Abu Dhabi. Tanto a María José como a mí nos hace especial ilusión conocer estar recóndita parte del mundo de la que tanto se habla en los últimos tiempos.


Por la magia de convertir una cabina de avión en el Polo Norte, caigo malo con fiebre, pero le echamos valor para enfrentarnos con 39 y medio a la mayor bofetada de aire cálido y humedad que se puede recibir en una ciudad llamada como tal. Ya estamos sudando, no ha pasado ni un minuto desde que pisamos el exterior del aeropuerto.



Como siempre, intentamos hacer de locales y llegar en bus al centro (aprox. 40 minutos y 5 dirham). Después de una hora de disloque, desistimos. Optamos por un taxi compartido con un agradable sudafricano que venía de vuelta de sus vacaciones. Lo dejamos en su casa, mañana le toca volver a trabajar en una tienda como dependiente. Nosotros seguimos. Hacemos lo que en cualquier parte del mundo sería una locura, la ruta turística en taxi. Pero aquí, por arte y gracia del petróleo que da extrema riqueza al Emirato, la gasolina no llega los céntimos por litro, es sumamente barato.



El lujo nos desborda. Todo es enorme, no existe otra medida en esta gran ciudad. Llegamos al EmiratePalace, el único hotel de 7 estrellas del mundo; Atravesamos algunos de los edificios más altos del planeta; llegamos al Abu Dhabi Marina Mall con torre panorámica en el interior incluida (está al final de la gran superficie y se puede subir gratis yendo a tomar un refresco o a comer en alguno de los dos restaurantes que están en las alturas); vemos la Gran Mezquita, igualmente monumental pero hermosa; me aburro de tanto rascacielos y me pongo a hablar Imran Shehzad, nuestro taxista. Llegó de Pakistán buscando un mundo mejor. Para sobrevivir, sino eres emir ni rico, tiene que trabajar casi 20 horas al día. Es otra realidad de esta mentira maquillada que no se sabe muy bien cuánto tiempo durará. Nos hicimos amigos y nos invitó, estando de servicio, a un fabuloso restaurante libio con servicio de recogida en coche de su correspondiente kebap. Por un momento olvidé incluso la fiebre…


Ya solo quedan 5.000 kilómetros de los más de 13.000 kilómetros que separan a España de Tailandia. Solo quedan seis horas de las 73, con escalas, que dura nuestro peregrinar. En un cómodo vuelo aterrizamos en el Aeropuerto Internacional de Suvarnabhui, uno de los más modernos del continente. Antes era tarea difícil llegar al centro, ahora, pan comido. Hay dos líneas de tren (azul y roja) que llevan al centro. La azul, más barata (40 bath), tiene varias paradas hasta el centro (45 minutos) pero llega hasta Phaia Tai, más cerca del centro; la roja (una sola parada) os dejará en Makkasan (90 bath y 25 minutos).



Tras este paseo, en el que se empieza a flotar por Bangkok, con los tren que van por raíles sobre la carretera, solo será la primera parte. Después, todo se arregla para llegar al hotel con un taxi (siempre hay que subirse a los que tienen taxímetro, más fiables, seguros y baratos) y paciencia. Ni ellos mismos, como es normal teniendo en cuenta las colosales medidas de esta gran capital, conocen su ciudad.

Al final alcanzamos nuestra meta, Bangkok, Tailandia, Asia. Hay que descansar (Hotel Rajata, sencillo y limpio en zona tranquila a 5 minutos de Kao San Road, por 800 bath). Será un sueño profundo.

Entre Düsseldorf, Abu Dhabi y Bangkok. 1, 2 y 3 de julio de 2013

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