jueves, 17 de septiembre de 2009

Día 4: La Suiza letona, Kaunas y la meca, Vilnius (José Pablo García)

La noche anterior, como os comenté, nos acogieron en el Hotel Livkalns. Cuando amaneció, pudimos comprobar lo afortunados que habíamos sido consiguiendo habitación (aunque fuera una buhardilla con unas escaleras para acceder más propias de submarino que de un hotel). La recepción del hotel, regentada por una agradable letona, daba paso a un camino empedrado, ya en el exterior, que conducía a un lago completamente rodeado por una zona boscosa que componía parte del Parque Nacional de Gauja. Naturaleza en estado puro que ofrecía una buena sintonía y energía para todo el día.

Con las pilas bien cargadas, visitamos el pueblo de Sigulda, en el que debido a la cantidad de árboles que hay, las casas parecen haber desaparecido cuando transitas por sus calles. También visitamos el cercano castillo de Krimulda, en la vecina localidad de Turaida.


Después de esto, y una vez decidido en cónclave viajero en el Opel Corsa, elegimos desviarnos antes de llegara a Kaunas, nuestro próximo destino ya en Lituania, para ir al Palacio de Rundale, uno de los monumentos más visitados de Letonia, aunque no sea gran cosa. Según cuentan, el edificio es una excelente muestra del barroco construido entre 1736 y 1740. Nosotros, además de verlo, aprovechamos para coger unas ricas manzanas, base de nuestra futura alimentación en los Bálticos.



A las siete de la tarde de uno de los días más intensos del viaje, llegamos a la ciudad más lituana de todas, Kaunas (80 por ciento de la población es lituana, cuando en otras existen un gran número de rusos y otras nacionalidades). Ya estábamos en Lituania. La primera impresión de esta ciudad fue su paz intrínseca pero un ambiente de lo más agradable. Dentro de éste, vimos terrazas llenas, gente charlando junto a su río y la enésima despedida de soltera, que creo que éstas y las bodas están de rigurosa moda hasta unos límites exagerados.
Y por la noche, por fin pusimos pie en la meca de nuestro viaje, la razón primera de este viaje, Vilnius. Lo que nació de una tarde de piscina era más verdad que nunca, estábamos en la capital de Lituania.


Con mejores indicaciones que en Riga, también, llegamos al que era nuestro hotel, el que habíamos reservado, el Europolis (bueno, bonito y barato), pero el overbooking hizo que nos tuvieran que cambiar a otro de similares o mejores características, el Crown Plaza Vilnius, un cinco estrellas, y uno de los mejores establecimientos hoteleros de la capital. Planta 11, vistas panorámicas y un subidón propio de la situación. Había que celebrarlo, y para ello fuimos a la elitista discoteca Pub Latino. Como en las películas, por allí andaban los magnates resoplando una mezcla de olor a tristeza, soledad y vodka, las putas fingiendo sonrisas y las drogas yendo y viniendo en una particular autopista con unos peajes muy altos que algunos prefieren pagar. Nosotros, a nuestro rollo bailamos los temas de la noche: la lambada, Los Manolos, la rumba de María Dolores y otros clásicos. Como en casa.

En Vilnius, a 20 de agosto de 2009

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