viernes, 4 de septiembre de 2009

Día 2: El oso y el agua de manantial en Tallin (Carlos Yagüe)


La salida de Riga no fue más fácil que la llegada, ya que la deficiente señalización de la capital letona nos hizo dar unas 500.000 vueltas para encontrar la avenida Brivibas, que nos debía poner en la dirección correcta para ir a Tallin, nuestro primer destino en Estonia.

Cuando nos logramos situar en el buen camino iniciamos un lluvioso viaje hacia Estonia, con la pertinente parada en la frontera para retratar el momento. El gobierno estonio mantiene una férrea política de mantener el centro de la ciudad libre de vehículos, de la que sufrimos las consecuencias pagando cinco euros por una hora de parking.


Una vuelta por el casco antiguo de Tallin nos mostró que esta es una capital en la que se ha sabido explotar a la perfección turísticamente el origen medieval de la urbe. El contraste entre las tiendas y restaurantes decorados para hacernos recordar a lo que se supone que era el medievo, contrasta con los altos y modernos edificios que se encontraban a tan solo unos metros.
Disfrutamos de una suculenta cena en el ‘Olde Hansa’, posiblemente el restaurante más representativo de esta vorágine medieval. Allí ejercimos de ‘guiris’ en Estonia. José Pablo se dejó llevar por su afán por probar cosas nuevas, que sólo Dios sabe donde le llevará, y pidió un plato de oso, que al cambio salía por unos 44 euros. La broma final fue que nos cobraron dos vasos de agua, vasos, sin botella, a más de euro y medio cada uno.
El cansancio no nos permitió rematar el día con la vueltecita de rigor y el sueño nos atrapó hasta el día siguiente en nuestra modesta habitación.

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