martes, 25 de noviembre de 2008

DÍA 24: Un paisaje, muchas bajas y una caída

La noche ha sido magnífica para alguno de los monitores. En un colchón, bajo techo y calentito. A otros compañeros les ha tocado pasar frío, y a los expedicionarios también, en una noche fresquita de verano. A los chicos, no a las chicas (siempre salen ganando en la situación de su parte del campamento) también les tocó luchar con las malezas para salir y entrar en sus tiendas, como si de una jungla se tratara en pleno corazón albaceteño. No eran lianas, ni árboles tropicales, era vegetación baja y mucha retama, pero igualmente costó montar tiendas, y alojar los cuerpos dentro de ellas.


Hoy es el cumple de mi papa, y desde primera hora de la mañana estoy intentando felicitarlo, pero no hay manera. El valle, las montañas, o que sé yo, impiden que llegue la cobertura. Paciencia.



La subida al Calar de la Sima (Parque natural los Calares del Mundo y de la Sima) está precedida de unas visitas a talleres de mimbre, pan artesano y trillas (un tablón con pedazos de pedernal o cuchillas de acero encajadas en una de sus caras que sirven para separar el grano de la paja). Comienza la pendiente, y los expedicionarios empiezan a caer como moscas. Cuarenta se quedan en el campamento junto a Javi y Justo, los monitores sacrificados, y más de 15 se retiran antes de la primera hora de caminata. Los estragos y convalecencias del esfuerzo de ayer, pasan factura. Sin duda, para los que resisten, la recompensa es inmensa. La satisfacción del deber cumplido, por una parte, y las maravillosas vistas del Calar de la Sima, por otro.




Las bajas hacen que cambiemos el recorrido y se relaje la marcha. Un bocata de jamón con tomate, elaborado gracias a Argui (magnífica cocinera y divertidísima persona) y sus desayunos especiales, y otro de caballa gracias al Ministerio de Defensa (lata del pack de comida militar), y camino al campamento de Peña Halcón.


Antes de llegar, ocurre una anécdota de las que se recordarán bastante tiempo. En uno de los pasos complicados de la ruta de hoy, en el que había que atravesar un camino estrecho para evitar caer al agua de un río, Jorge, el chico peruano de mi grupo, se confía y a pesar de las recomendaciones de Pati, una de las dos subjefes de campamento, cae al agua. Pronto, ella misma y Juanchope, uno de los monitores, lo sacan del agua. Empapado, con la cámara pasada por agua y con el susto en el cuerpo, porque casualidades de la vida, la natación no era su fuerte. Él fue el primero que salió riéndose, y por eso lo cuento. Por eso, y porque fue realmente divertido. Después nos aprovechamos del retraso para que nos adelantarán un poco en 4x4. Una aventura más de la Ruta.

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