miércoles, 8 de diciembre de 2010

Día 0: España, ¿el Tercer Mundo?


Siempre hay dos momentos de inflexión sobre el territorio patrio en mis viajes: antes de empezarlos, y al finalizarlos. Reflexiono sobre las bondades y defectos de nuestro país y los errores de sus ciudadanos. No hay que hacer leña del árbol caído ahora que achucha la crisis, pero tampoco mirar para otro lado o poner la otra mejilla.

El país de pandereta parece que lo dejábamos atrás, pero ahora vuelve a nuestro presente y, para colmo, a él se suman comunidades autónomas por si faltara gente a la fiesta. Algunos de estos fallos estructurales traducidos al día a día lo tuvimos que sufrir más de un centenar de pasajeros ante el abuso de una empresa, Ryanair (de nuevo), y la pasividad del órgano gubernamental competente, AENA, y el Ministerio de Fomento.



La niebla que invadió la tarde sevillana, incrustándose, milímetro a milímetro en cada palmo de la ciudad, anunciaba tragedia. Primero desviaron el vuelo a Málaga, comunicándonos que nos llevarían en autobuses a dicho aeródromo. Nunca llegarían. A las dos horas, nos anunciaron la cancelación del vuelo. No agua, no atención, no hotel, no información de AENA, no nada. En el limbo de la legalidad con la connivencia gubernamental. Tres hojas de reclamaciones, dos quejas formales y todo archivado y, por ahora, sin repuesta.

Había que huir del bucle negativo en el que se estaba convirtiendo la noche; y lo hice en taxi, en búsqueda de un hotel (no quería volver atrás, a mi casa) que pagaría, dicen ellos, los del seguro. Antonio, el taxista, me habló de lo divino y lo humano, de las deudas, los malos ratos…Tuvimos tiempo, intentamos probar suerte en siete establecimientos con mala suerte en todos ellos. Así que visto lo visto, cuando los minutos pasaron, nos dimos cuenta que hoy, 17 de noviembre, Antonio cumplía 35 años al volante. Le dije que había que celebrarlo y nos fuimos a por una cerveza.


La libertad y la democracia que dan las barras de bar hizo que el grupo de taxistas que a esa hora lo llenaban y un servidor, tomáramos nuestros escaños para pasar revista a la actualidad. Con el trabajo hecho, probamos en el penúltimo hotel. No hubo suerte. Por fin, al filo de las tres y media de la madrugada, coloqué mis posaderas en la cama de un pequeño hotel de la plaza Carmen Benítez de Sevilla.

El vuelo para Etiopía sale mañana jueves a las 20:30 horas desde Londres Heathrow. Ahora, con el cambio, el mío llega a Londres Gatwick a las 16 horas. La incertidumbre de los cambios hace que dormir sea un ir y venir.


Aunque pueda parecer irreal, a la mañana siguiente Ryanair consiguió llevarnos a Londres, 18 horas después, eso sí. Lluvia, niebla, frío, nada extraño. Cojo el único autobús que enlaza Gatwick con Heathrow (National Express, 21,50 pounds, aproximadamente una hora). Todavía no soy consciente que comienza la aventura, o mejor dicho, ya ha empezado. He tenido tiempo para pensarlo, y no lo he hecho, pero la caprichosa mente me mandó un recado cuando me marchaba de la redacción por última vez antes de coger la mochila y los bártulos. Un pellizco en el alma que dice que la experiencia marcará.

En el vuelo regular de Ethiopian Airline (compañía de bandera del país, la más recomendable, ya que si vuelas con ella una vez en Etiopía puedes comprar vuelos domésticos con descuentos, además de ser una de las más económicas que operan a este destino) viajan deseos, inquietudes y muchas ganas. Tiempo después, un sueño se cumple.

Entre el aeropuerto de Sevilla y el de Londres, 17 y 18 de noviembre de 2010.

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