jueves, 9 de diciembre de 2010

Día 1: Aterrizando en África, conociendo Etiopía (1/2)

A las 08:25, hora local, aterrizaba en Addis Abeba, la capital de la República Federal Democrática de Etiopía, el único país africano que nunca llegó a ser colonizado. Esta característica, que no se debe pasar por alto, hace que esta nación este marcada por una multiculturalidad etnográfica muy particular que, junto al aspecto geográfico (a pesar de estar situada casi en el ecuador su altitud media es de 3.000 metros) concede a Etiopía unos rasgos marcados. Son éstas solo algunas de la razones por las que elegí este destino, además de por sus amplios y maravillosos recursos culturales y naturales, para esta aventura que quiero vivir en la soledad pretendida del viajero. Junto a ello, buscaba un destino diferente y “complicado”. En pocas horas ya me he dado cuenta que todo se cumple.



Es misión prácticamente imposible describir esta ciudad. Es África, la capital del continente, nuestra Bruselas, pero tal vez por ello, por ser centro neurálgico y estar enclavada en aquí, vive en la contradicción. Sus gentes parecen amables, pero la ley de la calle marca otro ritmo, las aceras, los caminos no existen, rasgos y etnias (Amaras, Oromas, Tigres y 77 grupos étnicos más) se mezclan en un perfecto desorden, en definitiva, nada resulta ser como se planea, nada es como parece, el aquí y ahora reina por estas tierras.

La primera lucha del día es por el visado (17 euros justos y el pasaporte preparado. Para los ciudadanos españoles no es necesario gestionarlo con anterioridad, pero de querer hacerlo hay que tramitarlo en la embajada de Etiopía en París). Tras ello, el regateo con los taxistas (nunca más de 100 birrs hasta el centro de la ciudad). Y después, la realidad, muy agria en términos económicos y sociales.

Me alojo en el Taitu (aproximadamente 14 euros la habitación con baño privado), buena recomendación de Gema (compartí Ruta Quetzal con ella en 2008) y Manuel Ruiz Rico, compañero en El Correo de Andalucía y anfitrión de mi visita). Toca ordenar y repartir el dinero y poner a salvo el pasaporte, un yugo constante en este tipo de viajes. Tras ello me toca ir a la oficina de Ethiopian Airlines a coger varios vuelos domésticos que me harán falta y un billete de autobús. He llegado con lo puesto al país y tengo que arreglar mi estancia para que sea lo más fructífera posible.

No doy dos pasos, y ya tengo a tres amigos de lo ajeno a mi lado. Al rato pierdo de vista a dos, pero uno me sigue. Sabe engatusarme como una mujer fatal a pesar de saber que la historia acabará mal aunque me empeñe en engañarme. Será mi guía improvisado en una ciudad en la que las calles no tienen letreros con sus nombres, si es que algunas los tienen, y donde el mapa occidental brilla por su ausencia: visitamos Bete Mary Church y el Mausoleo de Menelik II, el Museo arqueológico que tiene en su interior a Lucky, el esqueleto homínido que caminaba erguido más antiguo del mundo (3,5 millones de años) que se encontró en Etiopía, la Catedral de Bete Georgis, el Parlamento, el Ayuntamiento, etc.

1 comentario:

Edu dijo...

Josepablo!! Queremos más aventuras personales y menos copiar-pegar de la guía de viajes!!Queremos otra entrega pronto, que cuelgas con contagotas!Para escribir de hay que tener el recuerdo fresco!(norma del periodista esencial!)
Por cierto: olé tus cojones para irte a este país solo!

Un abrazo