martes, 21 de diciembre de 2010

Día 4: De Bahar Dar a Gonder en mini bus



La mañana es relajada. El frescor que abanica las noches va dando paso a un calor, que por horas, se torna en asfixiante. Tenemos tiempo para disfrutar del desayuno (siempre había probado el zumo de piña envasado, nunca como en esta ocasión, natural). También buscamos una hora para conectarnos al mundo a través de Internet. La conexión no es muy buena (telefónica), así que cunde poco. De Bahar Dar queremos ir a Gonder, tal y como lo hacen los locales, en mini bus. En principio, nos llevará cuatro horas, pero eso del tiempo no es precisamente lo que más importe en este país. Aquí se sabe cuando están previsto que comiencen las cosas, pero nunca cuando pasarán realmente. Etiopía es un país y sus circunstancias.

El camino arranca entretenido. En pequeño autobús hay once asientos y el del conductor; otro chaval, que suele ir de pié, le ayuda a ir llenando el estrecho y poco confortable vehículo al grito de la ciudad de destino. Mientras uno conduce, el otro saca la cabeza por la ventanilla buscando clientes por las calles: “Gondar, Gondar, Gondar”. Los pasajeros suben y bajan sin orden, todo es un caos organizado. El blanco asiste a este hecho cotidiano con sorpresa y desconcierto. A mi lado se sienta una profesora de matemáticas. Me intenta explicar, en un inglés correcto, lo que ha enseñado a sus chavales, y me muestra los problemas y cuentas escritas en el libro que usa para enseñar.


En un país en el que el PIB per capita es de 1.370 dólares (En España es de 35.116 dólares), como se puede comprender, la educación pasa a un estrato secundario. No obstante, me dice que los niños intentan no faltar nunca a clase aunque para ello tengan que andar horas y horas de camino o tengan que llevarse a sus hermanos pequeños para que sus padres encuentren alimento para ese día. Cruda realidad. Ella se baja mucho antes de mi destino y, en su lugar, se si sienta un amable chico que me ofrece la mitad de la caña de azúcar que acaba de comprar. De forma torpe intento imitarlo mientras pela la caña y le saca todo el jugo. Un par de horas antes de llegar a nuestro destino, el mini bus se desvía. Va a cargar la baca con grandes alpacas de paja. La operación dura un rato, que es lo que sirve para estirar los pies.




A Gonder, la ciudad fundada por Fasilidas en el siglo XVII, llegamos al medio día. A primera vista parece una ciudad ordenada, aceras separadas claramente del asfalto y medianas a modo de decoración. El Circle hotel (175 birrs la habitación), un modesto alojamiento situado en el centro de la ciudad, es nuestra elección.

Mi prioridad es encontrar la forma de llegar a Axum, mi próximo destino. A las cinco cierran los comercios, hay que darse prisa. Voy a la oficina de Ethiopian Airlines (hay una en cada mediana o gran ciudad). Las noticias no son halagüeñas. Es martes y hasta el sábado no hay vuelos con plazas. Demasiado tarde. Para colmo, me confirma que no hay plazas libres desde Lalibella hasta la capital (en coche o bus me llevará dos días que no tengo). Por suerte queda una plaza desde un pueblo cercano, Mekele, a ocho horas de camino. Eso está arreglado, ahora tengo que llegar a Axum.


En la estación de buses me dicen que el autobús para mañana está lleno. Tengo que probar suerte a primera hora del día siguiente, pero me advierten que será muy complicado, muchos locales usan esa ruta. Empiezo a sudar, tengo calor. ¿No sé qué más puedo hacer? No me resigno y lo vuelvo a intentar. Me repiten la misma cantinela. Mientras salgo con Björk de la estación entre risas de desesperación, el mismo señor que me ha atendido me avisa por la espalada. Me pide que lo siga, ha conseguido un asiento para mí. Serán catorce horas en algo parecido a un autobús, pero hace unos minutos no tenía nada.

Después de la obligación, pude disfrutar al fin de la ciudad y su magnífico recinto real. Lo primero que uno piensa cuando atraviesa algunas de las doce puertas que dan acceso al recinto, es a quién se le ocurrió la idea de crear una ciudad imperial con arquitectura medieval europea en pleno corazón de África. El genio fue le emperador Fasilidas. Su castillo, la joya de la corona, junto a otros seis, el archivo y otras edificaciones, componen este majestuoso conjunto. Aprovechamos la caída de la tarde para tomar buena cuenta de ello en nuestras cámaras fotográficas.




Después de horas sin probar bocado pusimos rumbo a un restaurante del que nos han hablado bien, el que está situado en la terraza del Quara hotel (cena por unos 50-75 birrs, 3- 4 euros). Unas pizzas serán el mejor desenlace para una jornada que ha vuelto a ser muy dura pero a la vez muy interesante.

En Gondar, a 22 de noviembre de 2010.

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