lunes, 5 de enero de 2009

DÍA 34: A por los Picos de Urbión

La luna todavía no le ha dado el relevo al sol, y ya estamos despiertos. Son las cinco y media de la mañana. En una hora comenzamos la ascensión a los Picos de Urbión. La caminata comienza con una fuerte pendiente de poco más de un kilómetro en frío y recién levantados. Bostezos, ahogos e intentos de recular al campamento. Pero solo caen tres o cuatros chavales que ven demasiado cuesta arriba la gesta. El resto, camina lento pero de forma eficaz en busca de lo más alto de la montaña. Sin duda, el liviano peso de sus mochilas, sin tiendas de campaña, saco, ni otros utensilios, ayuda bastante.


El pico ya está cerca y la gente está disfrutando del paisaje. Se nota. Comienza el último tramo hasta llegar a los 2229 metros, el techo de esta montaña. Los quetzales, los primeros, coronamos diez minutos antes de las once, cuando todavía Lorenzo no se había puesto a trabajar duro. Un vértice geodésico marca el punto más alto, y otra plaza de metal oxidada, recordaba a los más despistados el lugar donde se encontraban. Una cruz, elaborada por un herrero de Vinuesa, la localidad más cercana, también santificaba el lugar, y por último, un pequeño buzón recogía los deseos y anhelos de los montañeros. No le faltaba un detalle a esta cima. Las vistas son maravillosas y la luna, aún presente, hacen el momento inolvidable e incluso romántico.


A un lado de la ladera se intuye el camino a la Laguna Negra, al otro, los montes de La Rioja, y abajo el nacimiento del río Duero. Descendiendo, hacemos parada obligada en este último punto. Un fino hilo de agua bien fría y pura nace directamente de las montañas y harán ahora el camino inverso que hemos hechos con nuestros pasos para terminar desembocando en la ciudad portuguesa de Oporto.


El próximo aliciente, después de atravesar la Laguna Larga, y la Laguna Helada, fue la Laguna Negra, donde estuvimos la tarde anterior. En esta ocasión, abordamos el coqueto espacio natural desde lo más alto para comer allí en un restaurante de cinco tenedores, miles de estrellas y vistas al lago. Lo que vino después fue mera transición alargada para alcanzar el campamento. A la vuelta, lo más destacado fue cruzarnos con un ciervo a toda pastilla, que aturdido, a punto estuvo de meter el miedo, y otra cosa, a alguno en el cuerpo.

Ducha fresquita antes del atardecer, tumbing, comida y a dormir. Ha sido un día muy divertido y diría que una de las caminatas más agradables y bonitas que hemos hecho. Aunque decidirse por una siempre es difícil...


Hoy, en la cola de los quetzales he pasado muy buenos ratos de cante junto a Irene y a Agustín Pacheco. Ayer por la noche en la tienda junto a Luis y a Irene, también nos pegamos una sonoras risas. Y esta noche Pacheco, también se va apuntar a la tienda. Ahora estoy disfrutando mucho más con todos ellos, con los monitores. Hay más confianza, más química.

Me acuesto antes de las doce, pero antes de quedarme definitivamente dormido son las 00.17 horas del día 23 de julio, mi cumpleaños. No tengo cobertura y las llamadas no pueden llegar. Quienes si me dan un fuerte abrazo y me canta el primer cumpleaños feliz son mis compis de tienda. Así se duerme más alegre.
En Picos de Urbión a 22 de julio de 2008.

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