miércoles, 17 de diciembre de 2008

DÍA 31: Algo raro, un día tranquilo

En Berlanga de Duero (Soria) la vida está siendo muy relajada. Después de haber amanecido entre almenas y murallas, la expedición camina para colocar el campamento en este pequeño pueblo soriano en el que nació, hace más de quinientos años, Fray Tomás de Berlanga, el que fuera cuarto obispo de la ciudad de Panamá, descubridor de las Islas Galápagos, y unos de los primeros impulsores de la construcción de un paso interoceánico por Centroamérica.

La mañana se reparte en tareas propias del campamento, es decir, montaje de tiendas, duchas, etc. Después de lo básico, llega lo protocolario, las palabras de bienvenida de las autoridades locales. Fue en la plaza donde se encuentra un monumento a Fray Tomás de Berlanga, justo delante del castillo que engalana la zona más alta de la localidad. La conferencia sobre Fray Tomás, del que reconozco que leí bastante antes de que comenzara la Ruta, me la salté, aunque no fuera mi intención, absorbido por la conjunción de la esterilla, el calor y la hora de la siesta, ingredientes seguros para caer en las garras del sueño.




Del resto de la tarde dispusimos cada cual como nos apeteció en el Burgo de Osma. Aproveché el descanso para tomarme una coca cola fresquita en la plaza del pueblo, mientras veía pasar a la gente del pueblo y a los invitados a una boda que se celebraba en la iglesia contigua. Además de esta celebración, había mercado romano en el pueblo, y en eso gastaron muchos chicos sus ahorros, pero no fue mi caso. Yo empleé mi plata en un helado y en usar internet.




En esa red de redes recibí una grata noticia. Santiago Tejedor, coordinador y alma de Tahina Can, monitor de la Ruta Quetzal en la edición del 2004, y gran viajero, me ha invitado a la expedición de este año a Perú. Lima, Cuzco, Machu-Picchu…Demasiadas cosas bonitas…y mucho trabajo por hacer en Mediapro. Le debo días de vacaciones a mi jefe (entre mi escapada a primeros de año a Irlanda y la Ruta Quetzal), así que creo que será misión casi imposible. Pero hay que intentarlo…






Al final la cena, o recena, porque los expedicionarios ya se habían hartado de comida basura, y TeleRuta para cerrar; Y que no se me olvide, unas fotitos con varios chavales que iban ataviados con camisetas como las que a mí me gusta, a rayas rojas y blancas, en el pueblo natal de Jesús Gil Gil.


Antes de marchar al campamento, la noche se volvió surrealista. Al filo de la medianoche nos ofrecieron unos canapés deliciosos, que a falta de tiempo tuvimos que entregar los monitores reconvertidos en divertidos camareros. Minutos más tarde, varios chicos del pueblo quisieron tirarnos naranjas por un roce anterior con algún expedicionario. Nos pudimos ir, pero todo acabó con la guardia Civil por medio y los jefes de campamento intentando arreglar el entuerto y que la cosa no fuera a mayores. Si Paco Martínez Soria levantara cabeza, seguro que le hubiera gustado participar en esa “película”.

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