jueves, 11 de diciembre de 2008

DÍA 30: Para dormir, esta noche un castillo




El saco no quería hoy abrirse. Estaba calentito y a gusto a orillas de uno de los ríos más importantes de la península ibérica, el Duero. El que estaba dentro del saco tampoco quería ver la luz del sol directamente, prefería el filtro de la tienda de campaña. Como siempre, si no es el hambre, es el calor, o las ganas de ir al servicio, pero nos robamos unos minutos de juegos con el sueño muy agradables.




El gran grupo se dividió en dos en la mañana. Unos fueron a ver los Arribes del Duero, en la frontera entre España y Portugal, y el grueso de la expedición, nos quedamos en el campamento haciendo piragüismo y tiro con arco.






Por las aguas del río a orillas de Zamora nuestros botes comenzaron a zarpar río arriba. En mi kayac íbamos Jorge, el peruano, y yo. Al principio nos costó ponernos de acuerdo en eso de la rematada, pero al final, lo conseguimos, y no había quien nos ganara…salvo Jesús Luna. Llegamos a la meta que nos inventamos, y después de la actividad, un merecido descanso en el bote y bajo el sol. El resto del grupo fue llegando escalonadamente y chorreando en agua después de las batallas entre navíos y fragatas. Será bautizada como la Batalla del Duero. El parte de heridos se elevó a 200 personas con fuertes dolores en el estómago de tanto reír. Paella, pollo bien rico y siesta en el bus, camino de Burgo de Osma (Soria).




Al filo de las ocho de la tarde llegamos a este pueblo soriano, también conocido como Ciudad de Osma. Nadie podría pensar que un lugar tan recóndito de la larga y ancha Castilla, pudiese situarse un pueblo tan coqueto y bonito. Las calles empedradas, los soportales con solera y el patrimonio del pueblo, adornan nuestra visita. Disfrutamos mucho de su belleza y tranquilidad, pero lo que seguro que tampoco se nos olvidará a todos los miembros de la Ruta, serán las exquisitas migas que nos prepararon. Para chuparse los dedos.




Con fuerza y energía, cuando se acercó la medianoche, toda la tropa de la Quetzal, se dispuso a asaltar la fortaleza de Gormaz. Este antiguo castillo, el más grande de España, uno de los más grandes de Europa, fue residencia de Rodrigo Díaz de Viva, El Cid campeador, y Doña Jimena. El cid vivió entre estas almenas cuando era alcaide de Gormaz, el pueblo sobre el que se erigió, y que ahora ve una buena parte del mismo derruido.




Dicen los lugareños, que en los días claros se divisa el paisaje a varios kilómetros de distancia, y es que esa situación estratégica, en lo más alto del cerro, hacía de esta posición militar un lugar envidiable.

El asalto al castillo fue literal. Mochila a cuestas y montaña arriba, mientras sonaban los tambores de lo más alto de la fortaleza. Las ganas por llegar fue nuestro mejor aliado frente a la pendiente, y la luna llena, nuestra guía en el camino. Sin tizona, ni señora, pero como un señor, viví y dormí en este castillo el 19 de julio del año 2008, hubiera escrito a mi marcha.


En Gormaz, el 19 de julio de 2008

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