lunes, 22 de septiembre de 2008

DÍA 12: Llueve sobre mojado (con Vídeo)

Pie de VÍDEO: aquí os dejo una grabación de un momento de la tormenta grabado en mi tienda. Sacar la cámara al exterior era una locura, y por eso hoy sustituyo las habituales fotos por este "simpático" vídeo.

Este día doce de campamento conocimos los estragos de las tormentas tropicales. Por la mañana un gran aguacero estropeó el amanecer al grupo, inundó algunas tiendas y hizo surgir varias lagunas en el campamento situado frente a la playa de Nombre de Dios. El día dio tregua al sol, pero por la noche, cuando la expedición comenzaba a llegar del pueblo después de haber colocado una estatua al aventurero Diego de Nicuesa, haber bailado al ritmo de los congos (baile típico de herencia africana), Jesús Luna incluido, y ver el segundo Tele-ruta (un resumen audiovisual de todo lo acontecido en días anteriores), los rayos y los truenos cayeron sobre el campamento.

A mi grupo lo cogió preparando las mochilas para los dos días de ruta hasta San Juan de Pequení, donde nos esperaban los emberás. A mi, en los buses, intentando hacer acopio de alimentos del ejército para los siguientes días de duras caminatas. El camino desde esa zona hasta las tiendas fue una auténtica odisea. El palo de agua fue, simplemente tremendo. Litros de agua caídos del cielo. Rayos que iluminaban la oscuridad. Truenos ensordecedores. Todos los chicos aturdidos, deambulando con la ropa empapada por el campamento, y muchas tiendas y hamacas convertidas en improvisadas bañeras y piscinas de diferentes tamaños. Gente perdida, sin rumbo, por la ceguera que provocaba las cortinas de aguas mandadas por San Pedro. Momento de caos y confusión en los que los walkies echaban humo, los monitores, Luna, Pati y Silvia, daban abasto.

Las complicaciones no cesaban, y cuando medio centenar de chavales fueron evacuados por la inundación de sus tiendas, recibimos órdenes de los miembros de Protección Civil de evacuar a los expedicionarios con las carpas más cercanas al río que rodeaba nuestro húmedo lugar de descanso ante el riesgo de crecida. Los más afortunados dormimos en nuestras tiendas. Muchos, más de un centenar, buscaron cobijo en la iglesia del pueblo (Nombre de Dios) y en el colegio. No había tiempo para mucho. Tan solo arreglar lo básico, y dormir. Como fuera. Mañana será otro día.

Reconozco que acabé agotado, pero me en los momentos más difíciles, paradojas de la vida, me dio por reírme sin parar. Son las cosas que nunca se olvidan.

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