domingo, 15 de enero de 2012

Día 0: El sueño se puede tocar




Han sido muchos los años en los que con anhelo he soñado despierto el poder recorrer rincones del mundo junto a valientes andaluces que se marcharon para buscar un mundo mejor, ir indagar en la aventura o, simplemente, porque el amor los llamó a filas. Precisamente, cuando este andaluz que suscribe estaba averiguándose un futuro más claro en Santiago de Chile que el que nuestros gobernantes y banqueros han dejado como herencia a los nuestros, me llegó la noticia, me convertía en reportero de Andaluces por el mundo.





El primer destino era especial, reconocido, un reto casi para mí, París. La ciudad que nunca me cautivó por no poder exprimirla al máximo en visitas medias de una semana, por saturarme, ahora tenía que resumirla en 50 minutos de la mano de cinco andaluces que nos la enseñara.
El reto estaba marcado. Las noches en vela iban acortándose al mismo ritmo que se acercaba la partida. Cualquier tiempo siempre era poco para revolver las ideas en la cabeza y buscar el imposible. Los protagonistas, Estefanía, coordinadora de lectores en el Ministerio de Educación de Francia de El Puerto de Santa María, Pablo, fisioterapeuta de Antequera, Iván, un acróbata de Sevilla, Elena y Alejandra, traductoras de Almería y Sevilla, y Jesús, un escultor de la capital, ya estaban dispuestos a darlo todo. Ellos son los verdaderos protagonistas y con tanta calidad humana transmitida por el teléfono, seguro que no podían fallar.

En Sevilla, a 24 de octubre de 2011

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