Lo primero que pudimos ver es el cabo Artrutx, el punto más cercano de la pequeña isla respecto a su hermana mayor, Mallorca. Después observamos acantilados, a lo lejos playas de arena fina y como no, el agua, el gran protagonista, en todas las tonalidades, azul, celeste, turquesa…
Y para disfrutar del líquido elemento, realizamos el primer atraque en la playa de Son Saura. Si no están acostumbrados a estos colores, como nosotros, pasarán la mitad de la parada haciendo infinitas fotos y recogiéndose la baba, la otra mitad, en bañarse. Después de la rica paella, y tras dejar a un lado los bosques de pinos que se mimetizan a la perfección con la línea de costa, llegamos a Cala en Turqueta y a la “joya de la corona”, como conocen por aquí a Macarella (más famosa ahora si cabe gracias al anuncio de Estrella Damm rodado en este cala – Mediterráneo-). Son muy similares, una, la primera, más tranquila, la otra, la segunda, más ajetreada.
Para terminar el día acabamos en Fornells, a en el norte, a diez kilómetros de nuestro hogar menorquín. Obligatoriamente hay que dar un paseo por su puerto, visitar la torre, sobre todo por las vistas que se divisan desde ese punto, y si el bolsillo se lo permite, probar una caldereta en uno de los sitios recomendados por casi todas las guías de viajes. Como ya lo habíamos probado nos fuimos a una gran terraza, la que tenemos en caa y allí el menú fue pizza, ensalada y fruta. Y las vistas, en este caso, inmejorables.
En Menorca, a 5 de septiembre.
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