viernes, 3 de octubre de 2008

Día 15: ¡Bendita siesta!



Seguimos en la casa de los emberás. El amanecer al aire libre, rodeado de verde naturaleza y con los cantos de la selva, es una auténtica gozada. El frescor de la noche se sobrelleva con una sábana fina y algo de ropa. Los mosquitos, no tantos como me imaginaba, se espantan rápido. En este rinconcito todo merece la pena, y los inconvenientes se convierten, simplemente, en unos pasitos más para alcanzar el bienestar.



Hoy los hermanos emberás nos han enseñado todo lo que tiene que ver con su cultura: las formas de cultivo, de pesca, como se pintan, como construyen sus casa, etc. Entre otros, nosotros hemos ido a aprender un poco de agricultura selvática. Un poco de arroz, otro tanto de plátano y otro poco de maíz. Otros grupos han pescado, con poca suerte por cierto, algún sapo y sobre todo dilapia, el mismo pescado que nos comimos ayer.


Por la tarde, el bajón físico del esfuerzo de la caminata de ayer me ha sobre pasado y el tiempo de ducha y lavado se lo he robado a la higiene para dárselo a mi cuerpo de descanso con una merecida y saboreada siesta.




La noche ha estado tranquila, interrelacionados con los habitantes de la aldea y comiendo y viviendo casi como ellos lo hacen en su día a día.


Todo es maravilloso en la selva, pero en la Ruta no todo se disfruta. A veces por las prisas, otras por los compromisos, y las más, por el cansancio que marca el ritmo infernal. Pan galleta del ejército con un poco de mermelada entre monitores en la parapa (cabaña de madera y hojas de colegayo) y a dormir.

En San Juan de Pequení a 3 de julio de 2008

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