martes, 11 de enero de 2011

Día 8: Prueba superada, a pesar del gobierno

Las cosas en este país funcionan, a todas luces, de otra manera. A priori se podría decir que mal, pero para evitar análisis casi sin fundamento y estériles comparaciones, me limitaré a relatar lo ocurrido.

Efectivamente, cuando el reloj del aeropuerto de Lalibella marcaba las 07:30 de la mañana, allí estaba le tío como le habían indicado el día antes. Pregunté por Dereje, el encargado. Ya estaba al tanto del caso, ayer lo habían avisado. Me comentaron que siempre dejaban tres asientos libres de emergencia, pero el encargado, amable, se apresuró a desmentirlo. Mi única esperanza es que estoy en la lista de espera y precisamente a eso me manda. Pasa el tiempo, y ahora me cuenta que el avión no puede ir sobre cargado porque el aeropuerto está entre montañas ¿cómo si yo fuera una vaca lechera?, ¿cómo si yo tuviera culpa de dónde han construido el aeródromo? Verá que puede hacer. 50 % de posibilidades todavía.




Mi mano, instintivamente, se va acercando al bolsillo. Tal vez por unos birrs todo pueda arreglarse. Antes de que esto ocurra, es él el que me avisa. Va a hacer la vista gorda y me apunta en la lista de pasajeros a cambio de 100 birrs (4,5 € al cambio), me explica que en concepto de penalización. El billete está en blanco, no hay número de vuelo, ni nombre del pasajero.


Al rato, le vuelvo a preguntar: ¿qué probabilidad tengo de volar? 99 %, me dice ahora. Falta la autorización del piloto. Me hago el sueco y, en cuanto puedo, me subo al avión. Allí está el encargado. Somos cómplices con nuestra sonrisa. El porcentaje ha subido al máximo. Lo voy a conseguir, llegaré a la capital en el menor tiempo posible y como tenía previsto. ¿El avión completo? No, más de la mitad de los asientos están libres ¿Alguien entiende la situación?

Sea como fuere, alcancé el Aeropuerto Internacional de Addis. En la vuelta a la pelea diaria con taxistas, comerciantes o anónimos, llegaba reforzado, ¡ya no soy un novato! Me piden 150 birrs por llevarme en taxi. ¡Una mierda envuelta en papel fina de regalo con moña a juego del mismo color! Tras 15 minutos y tener que compartirlo con dos ingleses, pago 40 birrs.


Manuel, compañero durante un año en El Correo de Andalucía, me esperaba cerca de su casa. Harto de la situación que atraviesa en estos momentos el periodismo en nuestro país, se lío la manta a la cabeza y junto con su novia, María, que trabaja en la ACEID, se vinieron a Addis. Hacía tiempo que no nos veíamos. Dejé los utensilios de viaje y empecé a enumerarle una a una las aventuras vividas. Charlamos de España, de la profesión, de compañeros y de los viejos tiempos.

Cuando María terminó de trabajar, fuimos a almorzar. Y más tarde a su casa, para mí, mi hogar en Etiopía. Nada que ver con las frías y destartaladas habitaciones en las que había pasado parte de mi tiempo en el país. La casa, no muy lejos del centro, tiene jardín, es amplia, luminosa y cálida.

Nos venció la morriña y durante varias horas, repasamos cronológicamente la actualidad, desde nuestros días hasta nuestra más tierna infancia. Se me olvidó hacer turismo y, a Manuel hacer su examen de francés, pero estábamos tan a gusto, que ni hubo ni quise que hubiera lugar a ello.

En Addis Abeba, a 26 de noviembre de 2010.

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