jueves, 6 de enero de 2011

Día 7: La octava maravilla del mundo



Segunda capital del antiguo imperio de Etiopía, la Jerusalén de los cristianos ortodoxos, la fascinación hecha piedra, la octava maravilla del mundo. Y así durante días podría estar refiriéndome a Lalibella y sus inusuales, grandiosas y sorprendentes iglesias excavadas en la roca.

Para llegar a este pueblo situado en la ruta norte del país, se puede usar el autobús, el 4 x 4 o el avión. Esta última opción (120 €, 85 € si te beneficias del descuento por haber volado al país con Ethiopian Airlines) es la que utilicé para acortar el camino entre Axum y la ciudad santa.



En el hotel de Axum, estuve al quite de un grupo de turistas alemanes que se marchaban al aeropuerto en su propio mini bus. Me fui acercando poco a poco, y al rato pregunté si podía hacer el traslado con ellos. Todos amantes de nuestro país, no cesaban en enumerarme algunas de las ciudades más turísticas: “bonita Málaga”, “delicious Granada”, “Mallorca, guauu”, “great Marbella”, etc. Y así hasta completar un mapa imaginario que la mayoría de los alemanes, supongo, tienen de la piel de toro.

Los aeropuertos, a excepción del de la capital, parecen más una estación de autobuses de cualquier pueblo de España que un aeródromo como tal. Semivacíos, una sola azafata atiende una cola casi diminuta. A los tenderetes dispuestos aleatoriamente por el hall, los llaman tiendas. Y en el duty free, tres estantes baldados, sin luminosos ni carteles, venden, sin impuestos, galletas, agua y toda clase de mieles.


En Lalibella, previo consejo de Manuel, me quedo en el Seven Olives Hotel (entre 300-400 birrs, al cambio entre 14 y 18 €) que cuenta con el mejor restaurante de la ciudad y muy frecuentado por españoles. Formalizo el ingreso en el hotel y aturrullo al recepcionista con ciento una peticiones. Necesito hacer muchas cosas en poco tiempo.

Por orden, dejo la maleta, compruebo la habitación, ya por costumbre más que porque aquí se pueda hacer algo por arreglar algo (una frase muy extendida en el sector servicios de este país es “no puedo hacer nada” o “es imposible” y tan panchos), voy a pedir lo que falta, jabón, toalla, papel higiénico. Más tarde intento arreglar algo que me atormenta desde hace días: cómo volver a Addis (mi vuelo sale en dos días, el sábado por la noche para Sevilla vía Londres, justo lo que necesitaría, teniendo en cuenta que no este ninguna carretera cerrada, para llegar a la capital en bus).


Justo enfrente de mi hospedaje está la oficina de las aerolíneas nacionales. Ya comencé las gestiones ayer, en Axum, y por lo menos estoy en la lista de espera del vuelo Lalibella – Addis Abeba que a esta hora está lleno para mañana viernes y para el sábado. Con la misma cantinela y varios nombres apuntados en una hoja de papel, pido hablar con el encargado. Me atiende y me dice que me plante en el aeropuerto. Hay 50% de posibilidades de que pueda volar. A estas alturas no me creo nada, iré porque no tengo más remedio.

A contra reloj ahora me toca buscar un guía oficial para entrar en las iglesias de Lalibella (la entrada cuesta 350 birrs, válida para cuatro días consecutivos, y el precio del guía es negociable pero ronda en torno a los 300-500 birrs). Un pantalón azul de pinzas y una chaquetilla a juego esconde la ropa del día. Belaynew Mengesha no llega a los treinta. La historia de las iglesias se la sabe de memoria, no le hacen falta chuletas. Tan solo usa como recurso auxiliar el Nuevo Testamento. Es muy religioso y, a los datos históricos y culturales, añade apuntes bíblicos. Se las sabe todas y me previene que tenemos poco tiempo, que no nos dará a ver todo. Hay que intentarlo.




Lo mejor es empezar por el primer grupo o grupo noroeste. Aquí está la Iglesia de Bete Mehahrea Alem, la mayor del mundo esculpida en una sola roca; las ventanas también son de la misma roca, y los pilares, y los escalones, ¡absolutamente todo tallado en una misma roca! (a este tipo se les llama monolíticas, también están las semi-monolíticas y las construidas en cuevas). Bete Maryam también es un monolito perfecto; Bete Kiudas Mikael y Bete Golgotta es un mismo bloque pero son dos iglesias, etc. Así hasta diez templos que conforman el conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y se considera el principal lugar de peregrinación de los cristianos ortodoxos que un día mandó a construir el Rey Lalibella a los 24 años.




La iglesia número once, Bete Georgis, la más fotografiada de todas, también fue la última en ser esculpida, y se dedicó al patrón de Etiopía, San Jorge.


Tres horas, un día o una semana, siempre es poco para deleitarse ante tan sorpréndete arquitectura y, mucho más, comprender como las pudieron erigir. Me lo preguntaba a cada paso, pero ni tan siquiera expertos han podido dar con la tecla. Antes de despedirnos me regala Belaynew la cruz de Lalibella que lleva consigo. Me cuenta que se la regaló su madre hace años pero que soy un buen hombre y quiere regalármela. En ella están representados los doce apóstoles que me protegerán, me explica.




La cena, después de leer y escribir un rato, la atraso hasta la nueve. A mi izquierda, una voces hablan por encima de la media del volumen del comedor. No hay duda, son españoles. Me acerco a hablar con ellos y sus respuestas, en castellano, me hacen sentir cual niño el día en el que lo visita el Ratoncito Pérez. Llevo ocho días y pensando en inglés. La alegrías es mayúscula. Compartimos, a los postres, impresiones de nuestras distintas rutas por el país.




Luego llegarían dos amigos más que viajaban parte, Paco y Antonio. Con ellos me quedo un rato más. Han alquilado un coche. Me invitan a ir en 4 x 4 a tomar algo. Acepto, todavía no conozco la noche etiope. Parecida a muchos sitios pero no igual que en muchos sitios. Beben, bailan, cantan. Todo es humilde, la barra, las mesas, las casi invisibles luces, pero a la vez genuino, divertido. Con españoles de por medio, lógicamente, se convirtió en la noche que más horas le robé al sueño.




En Lalibella, a 25 de noviembre de 2010.

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