lunes, 31 de agosto de 2009

Día 1: Con el inglés no se llega a todos sitios (Carlos Yagüe)

Como no podía de ser de otra forma, el inicio de nuestro viaje comenzó con un desayuno en la bodega Puente, en un barrio rebosa ‘sevillanía’ como La Florida. Una vez concluido el trayecto en avión, con escala en Liverpool, llegamos a la primera parada de nuestra peripecia báltica, Riga, la capital de Letonia.


Tras recoger el coche de alquiler, un solvente Opel Corsa azul, en el epílogo de la tarde letona, llegamos a Riga en la más completa oscuridad, y con un reto por delante: encontrar nuestro hotel en una ciudad escasamente señalizada y en la que el conocimiento del inglés de sus habitantes es aún peor que el nuestro.

Nuestras preguntas para localizar el hotel, en el idioma de Shakespeare, se vieron ignoradas hasta en cuatro ocasiones, de muy malas maneras, pareciendo incluso el ciudadano letón molesto por dirigirnos a ellos en una lengua distinta de la autóctona. Esto, unido a la desesperación de estar más de una hora dando vueltas de forma infructuosa por Riga, empezó a sumirnos en una desesperación de la que sólo salimos tras dar con nuestro hospedaje, previa ayuda de un taxista que nos intentó estafar.



Ya instalados, vivimos brevemente la noche de Riga. Una cena de una salchicha de un metro de longitud, con cerveza de la zona incluida dio paso a una de las birras más originales que hemos tomado: en el mes de agosto, en una plaza y… con mantas!
En Riga, a 17 de agosto de 2009

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