lunes, 6 de junio de 2011

Día 3: Un Pulitzer para hoy





Central park puede ser muchas cosas; para mí, un misterio. Todo lo que rodea al gran pulmón de esta city es estridencias, ruidos y algarabía. Entre sus caminos, recortados por árboles y arbustos habitados por graciosas ardillas, el silencio es practicamente absoluto. Junto a algunos de sus lagos helados ahora que el mercurio no sube de los cero grados, la tranquilidad es casi plena. Se puede patinar sobre hielo, ver estatuas, correr o ver a tipos que sacan 10 0 12 perros a la vez como oficio. Pero todo eso tras disfrutar del silencio y la tranquilidad.



Y no solo del museo de la calle vive Nueva York. Ese es el mejor, pero en esta ciudad hay otros muy buenos entre los que destaca el Metropolitan (en todos los museos nacionales de EE.UU. no es obligatorio pagar a pesar de que la gente lo haga y haya estipulado un precio sugerido o recomendado). Para hacerse una idea de la magnitud de esta sala, sírvase un dato, tan solo se expone una cuarta parte de los fondos de la institución. Coja aire,, respire y a ver obras de arte. Así hasta que dure.




Justo enfrente está otro clásico, el Museo Americano de Historia Natural concebido para los más pequeños, pero por eso de ser gratuito, bien merece una visita para ver el gran Tyranosaurus Rex que está expuesto en la última planta.

Pero hoy lo que estábamos deseando que llegara era el momento en el que cayera la tarde. A esa hora teníamos fijada una cita con la historia del periodismo. Pasa desapercibido pero para románticos o frikis, llaman ahora, de esta amada profesión, el dato no podíamos pasarlo por alto. La archiconocida Universidad de Columbia tiene una afamada Escuela de Periodismo más conocida por su fundador que por los méritos contraídos. Les hablo de Josep Pulitzer, fundador de esta institución y que es la misma que otorga anualmente los premios periodísticos más prestigiosos del mundo. El sueño americano, en este caso seguido de periodistas de todos los rincones del mundo, sigue presente.





No es bueno irse a la cama sin comer y eso mi amigo Pitu se lo tomó al pie de la letra. Una hamburguesería neoyorkina, con bancos fijos, una decoración cutre tocada por un póster de Ramones y una carta tan esbelta como ninguno de los allí presentes. Así es Joint burger, el rincón donde hacen cola los del lugar para comerse un trozo de carne a la parrilla bien hecho, patatas con mucho ketchup y soda o cerveza al gusto. Si lo buscan, no lo encontrarán. Si preguntan, con suerte, puede que den con él. Mantendremos el secreto nacional.


En Nueva York, a 24 de febrero de 2011.

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