Una semana antes de que comenzara
la Eurocopa de Polonia-Ucrania 2012 mi amigo y colega de profesión Juan Carlos
Vélez me mandó un mensaje en el que decía que tenía dos entradas para el primer
partido de nuestra selección contra Italia y que buscaba compañero de viaje.
Antes de pensarlo, ya tenía el sí como respuesta.
A siete días de que comenzara uno
de los eventos deportivos más esperados por millones de aficionados, la gesta
de encontrar vuelos a un precio razonable se antojaba complicada. Para llegar a
Gdansk desde España y de forma económica, todas las opciones pasaban, mal que
nos pesara, por Ryanair, que tiene en el país polaco un buen número de vuelos
operados por ellos. De forma directa es prácticamente imposible llegar, a no
ser que se opte por Madrid con una compañía de bandera, así que puestos a
elegir (Alemania, Inglaterra y Holanda son las mejores escalas) decidimos parar
en Eindhoven. Esta ciudad situada al sur de Holanda, y recordada por los
aficionados sevillistas (como mi amigo Juan Carlos) por ganar allí su primera
Copa de la UEFA, es la quinta en población del país. Mezcla de tradición y
modernidad, sus dos máximos exponentes industriales, Philips y DAF Trucks, han
hecho de ésta una urbe que centra todo su potencial en el sector secundario. En
poco más de 15 minutos (15 kilómetros) un autobús urbano os llevará a la
ciudad, muy bien conectada con el remozado aeropuerto. Si hacéis escala,
queréis visitar la ciudad y vais cargados de maletas, en el aeródromo
inexplicablemente solo hay seis taquillas, pero en la estación central (final
trayecto del bus) no tendréis problemas.
Ahora sí, y con la conexión que
nos ofrecía la aerolínea húngara Wizz air, llegamos al Aeropuerto internacional
Gdansk- Lech Walesa. Lo normal, cuando no hay Eurocopa, es que la línea 301 os
lleve al centro en no más 20 minutos y por menos de 60 céntimos. En esta
ocasión especial, los polacos se lo han currado y han puesto una línea directa
totalmente gratuita para los aficionados.Ya estamos en Gdansk, nueva capital
española de Polonia, uno de los países anfitriones de la Eurocopa 2012 junto a
Ucrania. Toda la ciudad está teñida de rojo y gualda. Las banderas nacionales
ondean por los autobuses, por los tranvías, por las aceras… el idioma universal
aquí es el español. Nada, tan solo algún letrero extraviado por las calles,
hace pensar que estamos en territorio extranjero.
Los polacos, en esta fiesta, son
los primeros en hacernos sentir como en casa. Se desviven para intentar ayudar
al turista, exceptuando, como todo hijo de vecino, al más listo de la clase: el
empresario hotelero. Creían que iban a hacer se agosto pero para diez años y
así les ha ido. No uno, ni dos, ni tres, sino una desgraciada mayoría, han
trabajado con el overbooking. Por poner tan solo un ejemplo, el Hostal Baltic
(muy poco recomendable). Allí nos tuvieron una hora sin alojamiento y, lo que
es peor, sin solución. Hasta que una simple mención a la policía arregló por
arte de magia el problema. Nos alojaron en el Przy Targu Rybnym , justo detrás
del Hilton.
Para quitarnos el mal sabor de boca, nada mejor que un paseo al atardecer por la ribera del río. La luz de un día soleado, el ambiente que respiraba la ciudad y las ganas que teníamos, hizo el resto. Y para cenar, algo típico en el Restaurante Gadanski Bowka. De lo turístico, lo mejor. De lo auténtico, por el centro hay mucho más donde elegir.
En Gdansk, a 9 de junio de 2012
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