Más tarde, ya con un increíble sol comenzaba la visita. El ambiente medieval que realmente existió en esta ciudad, y que salvando las distancias aun perdura, se mantiene gracias a la excesiva pasión de todos los agentes turísticos por vender esta ciudad única y exclusivamente de esta manera. Independientemente del estilo, Tallin, o mejor dicho la ciudad antigua, tiene una magia que hace evocar al visitante a épocas pasadas. Edificios reconstruidos, la limpieza de sus calles, y la tranquilidad que se respira, hacen idílica esta parte de la capital estonia.
De la visita, que en tres o cuatro horas puede estar resuelta, yo destacaría la plaza del Ayuntamiento, alegre y vital, con la farmacia más antigua del mundo (siglo XV) en una de sus esquinas, sus torres y murallas medievales, y la catedral rusa Alejandro Nevsky. En esta última, pudimos ver la celebración de una eucaristía ortodoxa, una religión desconocida en nuestro país, por desgracia, como tantas en España debido a la falta de educación religiosa en general en las escuelas.
Para el final dejamos la visita a la parte moderna desde el casco antiguo, y por la noche, el plato fuerte del día, una ración de oso para la cena. Sí, sí, como escuchan. Fue en el Restaurante Old Hansa, en una plaza de la ciudad antigua (no tiene perdida), un lugar que transporta al comensal, a base de coronas estonias (no es carísimo, pero cobran por todo a un precio de restaurante europeo, es decir, unos 20 o 30 euros por persona) a la época medieval a través de la única luz que dan las velas, el menaje en barro y los detalles, hasta el más mínimo, incluyendo el atuendo de los camareros. Todo era del Medievo, al menos del que nos ha llegado.
La carta era completa, pero el oso, un animal “habitual” en el país, fue lo más exótico y diferente del menú, y por eso lo pedimos. Oso, pollo con salsa, una exquisita sopa de champiñones y un par de cervezas con miel y canela. Respecto al gran protagonista, les diré que a pesar de las grandes expectativas y el gran precio (44 euros), no fue nada espectacular; una carne más prieta, fibrosa y oscura, pero con sabor a ternera, un poco más fuerte quizá. Por lo menos, ya sé a que sabe. El postre fue un plácido sueño. El oso pudo con nosotros.
En Tallin a 18 de agosto de 2009
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