Para acercarse un poco a este gran sinsentido de la humanidad, del que fueron parte activa los que ya conocemos, pero también, y no hay que olvidarlo, los miles de ciudadanos que miraron para otro lado durante la barbarie, visité un antiguo campo de concentración, que no de exterminio.
“Arlet macht fre” (“El trabajo te hará libre”) era la sarcástica frase que leían los prisioneros en entrar al campo de concentración. A partir de ese momento, el proceso deshumanizante, la maquina nazi, comenzaba a trabajar. Eran desvalidos de toda pertenencia, de su pelo, y lo más importante, de sus derechos. A partir de entonces, simples números, con diferentes categorías, al servicio del régimen. De entre todos sus presos, me llamó la atención, por mi desconocimiento del dato, uno español: Largo Caballero.
De la dura visita, aderezada con la lluvia intensa, el viento grueso, y el frío que cala por entre las lanas y algodones, me quedo con la parte reflexiva, en la que se entra obligatoriamente cuando un espejo, en forma de indignos barracones, zonas de tortura, y mucho más, de lo que hizo el hombre no hace tantos años, te devuelve lo que hicieron otros.
En Berlín, a 8 de marzo de 2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario